Las irregularidades a la joven no solían desestabilizarla totalmente, aunque, debía admitir, eran momentos poderosos que abarcaban latido y exhalación en la espera de deteriorarla, aislarla, abatirla y doblegarla. Pero para ser muy consiente de esas consecuencias, la joven mujer, anteponía siempre su capacidad de deguste. Masticaba saboreando el amargor de los hechos y los tragaba sin siquiera respirar para que no le produjera consecuencia alguna que le impidiera continuar. Desde pequeña tendría que haber aprendido a no ejercer tanta malicia hacia su propia persona, pero a las inequidades debía filtrarlas por algún sitio para que aquello no dañara a sus personas afines y corrompiera por completo sus pasos.
Había salvaguardado tanto las consecuencias que podía desencadenar hacia otros, que gran parte de ella se arruinó. Estaba completamente rota, a veces incoherente y también perdida. Aun así, la risa nunca la abandonaba cuando estaba con la persona que más amaba desde que tenía recuerdos: su amigo, Ryan.
Parte de su alma vibraba cuando lo veía llegar con la enorme sonrisa que lo caracterizaba, y era inevitable que la suya apareciera para copar su rostro y olvidar lo que en el transcurso del día había acontecido.
Su buen amigo le había declarado su amor eterno a la tierna edad de los primeros otoños. Eran muy niños y él le decía cada día lo maravillosa que para él era. Habían planificado que se casarían y que tendrían una enorme casa con un gato. Con el transcurso de los años, Ryan le recordaba aquel pacto siempre que podía y ella, por la patética excusa de no perderlo, lo afirmaba con una felicidad ahora incómoda. Hace unos años, estaba perdidamente enamorada de él. Pero luego sucedió la vida y las circunstancias. En ella no funcionaba nada acorde a cómo debía ser y por ello, ahora, le resultaba difícil confesarle a su amigo que esa casa enorme con el gato aún más enorme, no iba a suceder.
El estruendo de un objeto vidrioso hizo que retornara a la realidad y, por el momento, que dejara de añorar los tiempos de inocencia. En la pared, frente a ella, se hacía añicos el plato con el almuerzo que a su madre, minutos atrás, sirvió.
—¡Te estoy hablando! ¡Maldita escoria!
Theodora, aun intentando procesar lo que acababa de suceder, no respondió al agravio, pero se limitó a limpiar el desastre sin siquiera mirarla.
—Esa mierda estaba asquerosa, cocina otra cosa —despotricó la mujer calando un cigarrillo con la bata abierta dejando al descubierto una porción de piel magullada.
Las irregularidades solían ser aquellas, esas que por las noches no la dejaban dormir por el recuerdo de los fuertes sonidos, de las palabras consonantes o de la mirada despreciativa. O también solían ser situaciones extremas en donde debía recurrir a diversas pérdidas para no arruinar aún más su psiquis.
La joven sabía que aquello cambiaría en un futuro muy cercano, pero sabía también que nunca lo olvidaría. No conocía otra cosa que la violencia constante; esa cualidad humana que se le adhirió y con la cual luchaba continuamente para no reproducirla. Era muy difícil no repetir ciertos patrones, y aún más difícil era comprender cómo se debía amar. Ella no sabía hacerlo y era muy consciente qué gran parte del afecto que le tenía a Ryan era porque le enseñaba que existían otras cosas, otros tratos y otras miradas, al menos por una porción de tiempo. La joven no quería perder eso y era entonces cuando la relación que los unía se tornaba ambivalente.
El sonido áspero de la vieja televisión y su respiración pausada era todo lo que se escuchaba en la casa. Theodora sabía que si no salía pronto del lugar comenzaría a escuchar un pitido irritante que producía en ella perderse. No podía oír si Susan se encontraba en el mismo espacio que ella, pero temía corroborar si seguía ahí o al fin se había largado a la habitación.
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Estimada confusión (Parte I )
Romance《Y he aquí el estado inocuo de tu alma que no sabe dónde morar, pero será recibida con un sendo abrazo de suspiros y enredos de mi corazón aún puro, que es tuyo amada. Mi alma clama por recorrer los caminos junto a tu sombra. 》 Theodora Anderson es...