XXXVI

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La joven fue tomada de sorpresa cuando vio la figura de Ryan desplazándose en la acera cruzando la calle. Desde el escaparate de la tienda pudo ver los nervios que conducían al rubio y una intranquilidad ocupó sus pensamientos creando conclusiones seguramente exageradas.

Bernard se posicionó a su diestra y sus ojos se fijaron en el joven. La culpa por haber sido descubierta en pleno trabajo distrayéndose, la hizo mover con rapidez con el objetivo de continuar sus labores, pero el anciano, lejos de darle importancia a eso, solo frunció el cejo observando al muchacho que caminaba de un lado hacia otro, gesticulando y hablando solo. Supo en ese momento en el lío que estaba su amiga y, apiadándose de ella, tomó la estatuilla que apretaba con fuerza entre sus manos y buscó su mirada.

—Así que él es Ryan —dijo sin apartar sus grises ojos de los azules de la joven. Theodora tragó con fuerza y solo pudo asentir. Ambos sabían que lo inevitable se desataría y ella, dispuesta a alargarlo, solo guardó silencio—. Ve, tienes el resto del día libre. —La pelirroja de inmediato protestó negando, pero el anciano levantó su mano para silenciarla—. Anda y soluciona el conflicto, no dejes pasar más tiempo.

—Detesto que intenten hacerme cambiar de opinión, solo es un año. No sé por qué hacen tanto jaleo —espetó furiosa.

—No estoy seguro de que... —Pero Bernard silenció y decidió que era mejor que ella descubriera las intenciones reales del rubio—. Ve, luego me cuentas qué sucedió.

Theodora bufó e, indignada, aceptó que en cierto punto su empleador tenía razón. No era buena idea dar largas al conflicto, sobre todo al compartir vivienda.

Cabizbaja cruzó la calle y reacia se mantuvo cuando Ryan la observó pasmado al verla tan pronto, él esperaba poseer más tiempo para prepararse mentalmente.

—Te quedan unas horas.

—Pues te vimos deambular como un demente, así que me dieron el resto de la tarde libre. —El rubio se sonrojó y murmuró una disculpa que no fue oída por la pelirroja—. Aquí cerca hay un café —dijo comenzando a caminar.

Theodora protestaba de manera interna y aunque ningún vocablo fue dicho, su expresión denotaba fastidio. Ryan, al percatarse, se intimidó por unos minutos, pero luego recordó que solo era Theodora y debía ser honesto de una vez, aunque eso generara conflicto.

La cafetería era un pequeño espacio con pocas mesas y con un patio interno. La pelirroja, aprovechando el buen clima y las pocas personas, se dirigió a una de las mesas en el exterior relajando su humor al ver tantas flores que ocultaban maravillosamente las grises paredes.

—¿Cuál es tu método para intentar convencerme? —dijo extrayendo la cajetilla de cigarrillos. Ryan frunció los labios y, acomodándose, buscó mirarla tomándose de las manos sobre la mesa.

—¿Convencerte? Intentar hacer eso es una pérdida de tiempo —confesó con media sonrisa—. Quiero saber tus planes.

—¿Planes? —inquirió con cigarrillo entre sus labios y confundida—. No sé, ¿trabajar? —dijo y luego rio al ser realmente un desastre con su visión a futuro.

—Es en serio, Theodora, algo habrás pensado u organizado. —Ryan hizo un gesto con la mano indicándole que continuara, pero ella solo le arqueó la ceja—. ¡Es imposible que no hayas pensado en nada! ¡Qué fastidio, roja!

—¿Qué esperas que te diga? —preguntó avergonzada.

—No lo sé, ya que no crees ir a la universidad, me imaginé que tenías otra opción más atrayente.

—En realidad no, solo quiero descansar un poco de las responsabilidades.

—¿Qué opina Anthony de esto? —Theodora dejó escapar el humo del cigarrillo y apartó la mirada enfocándola en un punto inexacto.

Estimada confusión (Parte I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora