Asco, aversión, repulsión... Náuseas. Devino la náusea. Se contempló brevemente y sintió la arcada corromperla.
—Gracias, Anthony —soltó precipitada, desesperada e imperiosa por largarse una vez que ambos bajaron la escalera y se encontraron en la acera—, veré si... veré si te escribo... —La joven llevó una mano a la boca intentando contener la emesis, cerró los ojos por breve tiempo y cuando sintió los dedos de Anthony en su mejilla se crispó—. Te... Te hablo luego —soltó sin mirarlo y dirigiendo sus pies en dirección contraria.
Solo había un lugar al que quería ir en ese momento: al subte, al aseo de damas para contemplarse y delimitar qué tan aberrante era para el otro. Acomodando su mochila y presionando las tiras, dejó que el sol golpeara su rostro porque sus sentidos estaban nublados, tenía la mirada perdida, los músculos tensos y el pitido irritante que no le permitían oír nada, pero a la joven no le importaba. Solo quería contemplar esa náusea, verla desfigurada y proclamada en su rostro. Verla desnuda para saber en realidad quien era.
—¡Te estoy pidiendo que aguardes, por favor! —profirió Anthony tomándola suavemente del brazo.
—Tengo que... —masculló aunque oía sus propias palabras lejanas. Parpadeó repetidas veces, abrió y cerró las manos tratando de encontrar mecanicidad y sus pies se sostuvieron férreamente al suelo recordándole que estaba en realidad.
—Vamos, te llevo donde gustes. Así no irás a ningún sitio —dijo contundente aproximando el rostro a ella, quien no lo veía o no lo miraba, no sabía qué era lo correcto—. Mírame, cariño. —La joven frunció el cejo ante el apelativo recordando el por qué no podía acostumbrarse a ser llamada así: era una vil mentira y era lo bastante realista para saberlo.
—Necesito ir a...
—Te llevo —murmuró lento.
La joven al fin hizo foco mirándolo y no le gustó lo que vio, la expresión de Anthony era francamente de alguien que acaba de recibir una noticia lapidaria. Cansada de generar preocupaciones y malestar en otro se separó varios pasos de él y redirigió la mirada tratando de recordar donde se encontraba, soltó un suspiro al ver aún la construcción del edificio donde habitaba. Pensó que había caminado más, sintió que deambuló por horas.
—No. No te preocupes, luego te llamo —dijo en medio de un entrecejo fruncido y levantando las manos.
—Por favor, Theodora. Puedes hablar conmigo o compartamos el silencio, lo que tú prefieras está bien para mí —pidió buscando su mano. Ella se apartó un paso más realmente enfadada y, con el efecto nauseabundo que ser ella le producía, lo miró con ira haciendo que él bajara los ojos e hiciera ese gesto que ella ya conocía: Anthony se preparaba para ser lastimado. Y la joven, aun sabiendo eso, no pudo frenar el torrente de palabras porque la desesperación era más imperiosa.
—¿Y qué? ¿Acaso crees que me trago algo de lo que me dices? ¿Un tipo como tú siendo tan... tan... —dijo mordaz señalándolo y no encontrando la palabra para calificarlo—, malditamente perfecto quiera estar conmigo? ¡Y no me vengas con el puto discurso del tiempo, de que soy buena y todas esas mierdas! Son unas putas mentiras y lo sabes.
—N-no, cariño. No es así...
—¿Quieres saber lo que sucede? Ustedes, los ricos, están acostumbrados a tener todo. ¿Se te dio la puta gana de andar con una desquiciada pobretona? ¿Eso es lo que sucede contigo, Anthony? ¿Soy un caso de caridad para tu maldito ego? Porque en serio no tiene una maldita lógica.
—No te califiques de ese modo —masculló con las palabras atascadas.
—Pues me califico como se me da la gana porque a diferencia de ustedes que la tienen fácil, nosotros no hemos tenido nada y es en la misma nada donde crecimos. Somos una puta náusea social. Así que lárgate de aquí porque en verdad estoy haciéndote un favor.
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Estimada confusión (Parte I )
Romance《Y he aquí el estado inocuo de tu alma que no sabe dónde morar, pero será recibida con un sendo abrazo de suspiros y enredos de mi corazón aún puro, que es tuyo amada. Mi alma clama por recorrer los caminos junto a tu sombra. 》 Theodora Anderson es...