La continuidad del día apresuró su accionar sin dar momento para confrontar aquello que la joven había revelado. Si bien el licenciado se mostró taciturno debido a la impresión que lo perseguía, cumplió, como era de esperarse, a cada una de las responsabilidades que la jornada demandaba.
La pila de expedientes que lo esperaron ni bien ingresó a su oficina lo hizo soltar un suspiro, pero quedó asombrado al corroborar que había un porcentaje óptimo de estudiantes que, con el incentivo necesario, podrían acceder a la universidad. Separó varios archivos según los promedios y, junto a una de las secretarias, programaron varias reuniones con los posibles postulantes.
Aquel trabajo minucioso y agotador le llevó toda la mañana y luego de haber recorrido un poco las instalaciones en el breve receso que se permitió, llegó a la contundente conclusión que hacía tiempo que los inspectores educacionales no ponían un pie en las instalaciones que, si bien no estaban en mal estado, había mejoras que se podrían haber resuelto con anterioridad. Sin mencionar que ciertos proyectos estaban estancados, especialmente los referidos al área artística.
—Rector, ¿le traemos el almuerzo a su oficina o prefiere almorzar en la cafetería? —ofreció la secretaria que, tímida, se había asomado a su oficina.
Anthony consultó el horario en su reloj pulsera y soltando una maldición susurrada en italiano se levantó del sillón cerrando y guardando los expedientes en las gavetas.
—Solo Anthony —pidió incómodo de que lo llamara de ese modo—. Gracias, pero ya debo irme. ¿Me envía un correo con las citas de mañana? Así preparo el cronograma —dijo colocándose el saco y tomando su maletín.
—Claro, A-Anthony. De hecho, ya se las envié e hice el cronograma por usted. También organicé la reunión con dos integrantes del directorio pedagógico, está todo especificado en el correo.
—Excelente, señorita. Admiro esa eficiencia —remarcó buscando un documento para luego entregárselo—. Aquí está el itinerario deportivo que me enviaron, adjúntelo en la reunión con el cuerpo académico.
—¿Está aprobado? —señaló dudosa al observar que su firma no estaba en ninguna parte—, porque la reunión es mañana.
—No lo está y mañana lo discutiremos. Que tenga un agradable fin de jornada —saludó dándole una sonrisa para luego retirarse dejando a una secretaria hiperventilando.
Alcanzó a ver a Ryan en los corredores y, el joven, levantó la mano saludándolo efusivamente mientras se abría paso entre los demás estudiantes para alcanzarlo. Como Anthony ya iba tarde a su clase en la universidad, no se detuvo a esperar al rubio que, agitado, lo tomó del brazo para llamar su atención.
—Oye, hablemos... —pidió con la respiración alborotada.
—Ahora no es momento, Ryan —murmuró observando que no hubiera alguien que pueda oírlos.
—Pero fui a pedir una reunión y no me dieron hasta fin de la semana entrante.
—Entonces comprenderás mi prisa, estoy muy ocupado. Hablaremos luego.
—¿¡Cuando demonios es luego!? —exclamó ya irritado.
Anthony quedó estático en el inicio de las escaleras y se apresuró en mirarlo con todo el fastidio que cargaba hacía días.
—Luego es luego. Compórtate —dijo contundente para al fin marcharse.
—¡Vete al infierno!
El licenciado escuchó el injurio, pero no se detuvo; estaba seguro de que en el Hades ya había un sitio reservado para él por todos los tormentos que hizo pasar a esos jóvenes en cuestión de poco tiempo.
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Estimada confusión (Parte I )
Romance《Y he aquí el estado inocuo de tu alma que no sabe dónde morar, pero será recibida con un sendo abrazo de suspiros y enredos de mi corazón aún puro, que es tuyo amada. Mi alma clama por recorrer los caminos junto a tu sombra. 》 Theodora Anderson es...