CAPITULO IX

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Por fin empecé a arreglarme, esta vez elegí una peluca larga de un rojo castaño con fleco, me puse lentes de contacto azules, así Robert Davis no sabría de qué color son en realidad mis ojos. No quería dar apariencia rebelde esta vez, por eso escogí un vestido de seda color palo rosa que se veía tan delicado y sensual. Tenía un escote en la espalda profundo, era largo y se sujetaba al cuello gracias a dos finas tiras. Unos zapatos de tacón altos de tono plateado y una pulsera ancha de plata con piedras y cristales como si fueran diamantes rosas Mi maquillaje era más delicado y natural, solo dándole un color más oscuro a mis cejas para así quedar perfecta con la peluca. Ya estaba lista, la ansiedad era inmensa, sentía un hueco en el estómago.

Cuando por fin llegamos me di cuenta de que no era un hotel, sino un edificio con todo lo que un millonario quería para poder vivir allí. El conserje no se hizo esperar y nos dio paso al ascensor con una tarjeta. Saoto marcó el piso quince. Cuando se abrió había un recibidor muy grande, moderno y elegante. Saoto tocó el timbre del único departamento de aquel piso y un hombre alto y rubio con el pelo casi al ras con traje de guardaespaldas me recibió con una sonrisa. "Que raro" pensé, aunque no me incomodaba. Saoto también pasó.

- Señorita espere aquí, que el señor no demora. Nosotros nos retiramos a la cocina. - Yo asentí, tenía acento ruso. Saoto y él se retiraron y yo esperé como dos minutos observando la vista de los edificios de los alrededores.

Sentí que me abrazaban desde la espalda. Era su olor, me relajé en ese momento, era como de película, muy romántico estar así con él.

- Me encanta la vista que tienes desde este lugar - me sentía tan bien que solo siendo Tina podía entablar una conversación normal e interesante sin tartamudear.

- Por eso lo compré, me encanta que te dieras cuenta.

- ¿Por qué otra noche? - venía haciéndome esa pregunta desde que Bruno me informó de la reservación.

- Deseaba verte.

- ¿Entonces, cada vez que quieras verme vas a pagar diez mil dólares?

- Sí, lo haría, no tengo problema con eso ¿Te molesta?

Suspiré. Me sentía indefensa y cada respuesta despertaba más dudas. Solo podía no tomar en serio todo lo que le decía para evitar hacerse ilusiones.

- Si, por qué no te interesa el baile o mi compañía, sino el sexo y me siento... - dije exponiendo lo que sentía.

- ¿Como una prostituta? – interrumpió Robert

- Si, exactamente – asintió y esperó que entendiera su posición.

- Pago el tiempo que estoy conmigo, tengamos o no sexo. Ayer no lo hiciste por dinero ¿cierto? - yo asentí. - Entonces no tienes por qué sentirte así.

- Yo creía que eras un idiota - me giró poniéndome frente a él, tenía el ceño fruncido y no pude evitar reírme. - Ahora sé que solo lo eres un poquito.

- Gracias, me halagas - trató de sonar indignado, pero eso solo lograba divertirme más.

- Bésame – y me besó.

Aquel beso fue como decir "te extrañe", me di cuenta de que hay cosas que él no dice, pero que su cuerpo y su ser delatan ¿Será que él podría quererme?

- Tina... Tina, jamás deseé tanto a alguien como contigo. – Susurró sobre mis labios.

- Si te digo lo que siento corro el riesgo de enamorarme.

LA MASCARA DE UNA PASIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora