CAPITULO XVII

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En esa semana ella paso más tranquila ya que no veía mucho a Joan  ni a Megan que estaba ocupada armando los borradores de sus nuevas creaciones según ella. Mi madre por suerte no veía raro que me quedara en casa trabajando en el estudio y que acompañara a Camila ya que según ella como cuñados le parecía bien que compartiéramos el tiempo y nos familiaricemos, mi padre por su parte mantenía la distancia y sabía que nos observaba de lejos, él era el menos tonto de todos y yo ya daba por hecho que sospechaba y sabia más de lo que debería.

Estábamos en la clínica para la revisión médica de Camila con el doctor Byron Díaz un conocido Gineco-Obstetra español.

Me había sido difícil convencer a mi madre de  no acompañarnos y mucho más difícil convencerla de no decirle nada a Joan  pero entendió cuando le dije que “Camila estaba asustada  y no quería ponerse más nerviosa con la presencia de Joan así que me lo pidió a mi” eso la medio convenció así que remate diciendo  que “me emocionaba ser tío y ver al pequeño en una pantalla antes que mi hermano” ella lo tomo como una de mi malvadas proezas en contra de mi hermano algo  común en nosotros y ya no dudo más y se fue con una agradable sonrisa de cómplice.

Era nuestro turno al entrar un para mi sorpresa el medico no era un  viejo sino un hombre que igualaba mi edad o la superaba con unos pocos cuantos años el cual evidentemente posó sus ojos en la futura madre de mi hijo, esto me despertó una serie de sentimientos: ira, frustración, incomodidad, entre otros igual de malos pero soy un hombre razonable y como tal  saque al diplomático hombre amable que era para aclararle que ella era mía sin ser muy brusco ya que el abuelo de Camila me había obligado a asistir con aquel médico.

Pase un brazo por la cintura de mi Cami estrechándola a mí  con una fingida amabilidad hacia aquel médico que por fin se percataba de mi existencia, ella también sonrió complacida por mi cercanía ya que estaba emocionada de saber sobre el bebe y agradecida de mis atenciones por ella y el pequeño ser que crecía día a día  en aquel vientre.

-          Buenas tardes…tomen asiento… Camila Porten ¿cierto?- pregunto muy amable seguro con la esperanza de que aquella mujer a mi lado no estuviera embarazada y acompañada, ella  asintió y yo intervine en ese instante.

-          Si, eh pedido un cita con usted para ver el estado de nuestro hijo.

-          Mmm, no se preocupen yo me encargare de todo señor…?

-          Davis…-respondí aclarando quien soy.

-          bueno Señor y Señora Davis- dijo un tanto dudoso, Camila se removió de su asiento seguro incomoda por la deducción del doctor- quiero que confíen en mí y responda todas mis preguntas, luego haremos unos exámenes para ver tu estado de salud y su primera ecografía para ver  el estado del bebe.

-          No hay problema- le confirmo Camila mientras yo asentía, parecía ser muy profesional pero hasta no ver los resultados no me convencería.

Ella  estaba sonriente porque vería a ese pequeño ser que crecía en ella y yo feliz de verla animada y a mi lado y bueno también emocionado por ver esa pequeña parte mía, mi hijo, en ese momento solo pensaba en que jamás me vi como un hombre de familia pero me sorprendo de mí mismo al anhelar tener a mi hijo en mis brazos, que una vez que creciera hacer deportes con él, regalarle su primer balón de soccer, su primer bate de beisbol, enseñarle a cortejar a una dama, enseñarle a manejar su primer auto, regalarle viajes por el mundo y si llego a tener más hijos o hijas que el los proteja cuando yo ya no este… bueno creo que estoy algo sentimental con la idea de tener descendencia pero supongo que es normal cuando ya no eres tan joven y tienes éxito en el trabajo lo que me hace suponer que echar raíces es buena idea y más cuando es con la mujer que se ama.

LA MASCARA DE UNA PASIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora