XXlV - Stacy

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Desde el momento en el que nos acercamos a las grietas y el claro abierto, pudimos escuchar unas voces provenientes del interior que se oían como los murmullos de alguien cuya carga emocional era notoriamente de cólera. Mason y yo entramos cuidadosamente a la cueva e intentando hacer el menor ruido posible y descendimos por aquel oscuro hoyo hasta golpear contra una fuerte y sólida superficie de tierra.

– Magia moroi. – Susurró Mason.

– ¿Cómo lo sabes? – Pregunté yo, frunciendo el ceño.

Él señaló la base de aquella superficie en la que estábamos escondidos y luego a nuestro alrededor haciendo especial hincapié en como aquella cueva sostenía esta anormal superficie.

– Es irregular a la naturaleza de esta cueva.

– ¿Eres constructor de cuevas ahora? –Arqueé la ceja esbozando una pequeña sonrisa que se borró enseguida al escuchar un fuerte grito.

– ¡IDIOTAS! –Vociferó una de las figuras a unos cuantos metros de nosotros.

Era el hombre strigoi que habíamos visto entrar a la cueva hacia un par de minutos atrás y estaba notoriamente furiosa. A su lado, se encontraba otra la otra strigoi que había llegado con él, lo sabía por la forma en la que estaban vestidos, con aquella túnica que protegía su piel de los suaves pero aun letales para ellos, rayos de sol. También reconocí a los dhampirs que estaban allí presentes, uno de ellos formaba parte de la guardia de la academia y el otro era el tan esperado Thom. 

Finalmente vi a mis hermanos y a Oriana. Los tres amarrados a una silla, separados y amordazados, y como si ya no fuera suficiente, también estaban desmayados, o quizás los habían noqueado. Conociendo a Oriana, de seguro era lo segundo. A veces podía ser una insoportable de primera. Aun así, sentí mi corazón encogerse al verlos así.

La cueva tenía una tenue luz en el lugar donde se encontraban todos los presentes, para nuestra suerte, el área en el que nosotros nos encontrábamos escondidos estaba en plena oscuridad, así que nos daba cierta ventaja a la hora de identificar aquellas figuras que estaban reunidas sin que esas figuras nos vieran a nosotros. Aun así, teníamos que tener un cuidado extremo.

– Ahora los guardianes no tardarán en venir a buscar a estos moroi que ustedes trajeron. – Espetó el hombre strigoi encapuchado.

– ¿Qué le hicieron a mi hija? – Preguntó la mujer con la misma furia que el hombre.

Los strigois que claramente eran solo unos peones para estos dos líderes que les estaban gritando, bajaron la cabeza retrayéndose con respeto y un poco de temor.

– ¿Quién los trajo aquí? – Exigió saber el strigoi hombre.

Cuatro pares de ojos inyectados en sangre voltearon en la misma dirección fijando sus sangrientos ojos en los dhampir.

Mason y yo cruzamos una mirada llena de pánico.

– Lo sentimos, es que estos moroi no dejaban de buscar a su hija y estaban a punto de alertar a las autoridades de la academia. – Dijo el guardián de la entrada de la academia intentando auto defenderse. Nosotros, los estudiantes, lo conocíamos como Jeff.

El hombre strigoi se acercó al guardián y sin perder un solo segundo más, rompió el cuello del dhampir con la facilidad de estar rompiendo una ramita. Mientras tanto la mujer se acercó a Thom y mirándolo fijamente, pude percibir como ejercía la compulsión sobre él logrando ver su aura. Vi como los colores de esta, se veían afectadas por unas manchas o sombras negras que iban recubriendo sus sensaciones y comenzaban a tomar el control incluso de sus emociones nublándolas por completo.

Hice memoria en aquellas oportunidades en las que había logrado ver el aura de Thom y en como la variación de los colores siempre se veía borrosa por algo más oscuro y fuerte, ahora entendía que Thom había estado controlado todo este tiempo, y siendo manipulado por la compulsión strigoi, cuya fuerza era vampíricamente incomparable con la de un moroi, exceptuando quizás, la de los usuarios del espíritu.

– ¿Algún moroi los siguió?

– Lo dudo mucho, señora. – Respondió él automáticamente.

– ¿Algún guardián?

– No. 

– ¿Estas completamente seguro? – inquirió ella poniendo más fuerza y compulsión en sus palabras.

– Completamente. – Se esforzó en responder.

La mujer strigoi se apartó de Thom y se acercó a su compañero.

– Debemos apurarnos. – Urgió la mujer.

Ambos strigois se miraron durante un par de segundos y luego se despojaron de las capas que los cubrían y entonces pude notar el parecido que había entre ellos y Oriana.

– Una humana y un moroi. – Oí decir a Mason con asombro muy cerca de mi oído.

Mason y yo decidimos acercarnos un poco más hacia aquella escalofriante reunión familiar, y en aquel momento, logré ver a Mike junto a Ethan escondiéndose de igual forma que nosotros sin despegar los ojos de aquella escena. Sin duda, estaban igual de sorprendidos que Mason y yo.

Por fortuna, ninguno de los dos no vio, ni tampoco lo hizo alguno de los strigois o dhampirs que tenían secuestrados a mis hermanos. En cambio yo logré advertir en los rasgos de quienes serían los padres biológicos de Oriana su verdadera naturaleza; Moroi en el caso del hombre y humana en el caso de la mujer.

Ella tenía el cabello largo, lacio y de un color negro azabache brillante, debía de medir un metro sesenta de alto y a pesar de lo blancuzco de su piel a causa de su estado strigoi, se podía presumir que en sus años de humana había poseído un tono oliva. Ahora el tono de su piel no solo era pálido como el de cualquier strigoi, sino que daba la impresión de tener alguna horrible hepatitis verde.

Por otro lado, el hombre strigoi era de una contextura delgada, esbelta y alta, por lo que se notaba a la lengua que antes de su despertar (término que usan los strigois que refiere a dejar su vida pasada como moroi, dhampir o humano para despertar como strigoi) había sido un moroi. Su cabello era casi tan oscuro como el de la mujer y un poco más ondulado.

Entre los dos, podía ver como resultado de su amor, a una pequeña y asustadiza versión de Oriana tal y como aparece en las fotos que Dimitri lleva de ella, con sus cabellos oscuros cayendo desprolijamente por sus hombros y con una mirada perdida y ausente.

Si, Oriana era bastante espeluznante cuando era chiquita, pero yo era demasiado pequeña para recordar, solo tengo el recuerdo de ella por las fotos que había visto.

– No te preocupes. – Dijo el hipotético padre de Oriana interrumpiendo mis pensamientos. – Saldrá todo bien. En cualquier momento llegaran nuestros colegas. 

– También los guardianes. – Espetó la mujer.

– Tú tranquila. Confía en mí.

A esta altura del día, estaba segura de dos cosas: Una era que aquel beso que esos dos strigois se habían dado, era el más asqueroso beso que jamás tuve la desgracia de presenciar, y dos; que ambos habían venido especialmente a St. Vladimir, para darle a su hija biológica, un nuevo despertar, incluso contra su voluntad.

Dragon's Line [El legado del Dragon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora