Al final he pasado una noche terrible. Tenía frío y calor a partes iguales, las pesadillas no se iban y mi cabeza iba a explotar. Cuando por fin me he quedado dormido de verdad es cuando veía la luz del amanecer a través de la ventana mientras imaginaba que, tres pisos más arriba, con la cama en la misma dirección y en el mismo cuarto —pero con sábanas negras— Changbin descansaba plácidamente.
Creo que ese pensamiento es lo que me ha permitido dejar atrás las pesadillas y dormir dos horas seguidas.
Hasta que la voz de mi tía me despierta.
—Dios, Felix, estás ardiendo.
Primero su mano está sobre mi frente, y luego sus labios la sustituyen. Me está tomando la temperatura y yo siento que mi cuerpo está en llamas.
—Tienes mucha fiebre, y estás sudando. Quítate las mantas.
—No —digo sin ser demasiado consciente de lo que sucede a mi alrededor.
—Sí. No entiendo tus manías con las mantas. Que estamos a junio, por favor. No me extraña que te pasen estas cosas. ¿Qué tal tu estómago? Voy a prepararte un poco de sopa y a llamar a la abuela, ¿sí?
—¿Qué hora es?
—Las siete. Quédate tumbado —ordena cuando intento incorporarme.
—Voy a llegar tarde a clase.
—No vas a ir, olvídate de eso. También voy a traerte una pastilla. ¿Has dormido bien?
—He tenido pesadillas sobre la oscuridad.
Supongo que no lo ha entendido, pero yo tampoco sabría explicárselo.
Me da un beso en la frente y se va para preparármelo todo. Aprovecho para taparme de nuevo con las mantas. Estoy muriéndome de frío y no puedo dejar de temblar.
El mundo me da vueltas.
—Ya estoy aquí... ¡Lee Felix! ¿Qué te he dicho de las mantas? —Me las quita de un tirón y yo lloriqueo en protesta—. Incorpórate despacio y tómate esto. —Le hago caso y me bebo la sopa con tranquilidad—. Ahora la pastilla y déjame ponerte el termómetro.
Me da el agua y la pastilla y me levanta el brazo para ponérmelo. Me bebo la mitad del vaso antes de tomarme la pastilla porque estoy sediento. Después me lo quita y se marcha otra vez.
Cuando pita el termómetro mi tía ya está de vuelta con un paño y un cubo con agua y hielo.
—No quiero —digo.
—Hay que bajar la fiebre... —Me quita el aparato y lo examina—. Estás casi al máximo, claro que hay que bajarla.
Mete el paño en el agua y cuando lo deposita en mi cabeza casi grito. Está tan fría que vuelvo a empezar a temblar.
—Voy a avisar a la abuela. Como vuelva y te vea con las mantas y sin el paño, te llevo directo al hospital. Y, por favor, no me hagas perder el día de trabajo por tu estupidez. Sabes lo que es bueno para ti, no te hagas daño a ti mismo.
Esta vez le hago caso. No quiero hacer que no vaya al bar a trabajar por mi culpa, pero estoy deseando cubrirme mucho.
—¡Oh, Lixie! —exclama mi abuela al entrar—. ¡Estás enfermo! Ay, mi niño.
Se acerca a la cama y me quita el paño de la frente. Me la seca con la mano y me da unos cuantos besos seguidos. Sonrío como si estuviera borracho o algo parecido, pero solo estoy contento de tenerla aquí.
—Voy a cuidarte lo mejor que pueda.
—Mamá, recuerda que tienes que estar en la peluquería a las cuatro y media.
—Oh, no, no, y no. A las nueve cuando abran llamaré, no voy a dejarlo solo.
—Ya me encontraré mejor —digo, quedándome dormido.
—Y si no, pregúntale a Changbin si le importa quedarse un par de horas. Puede estudiar en el escritorio de Felix y...
Vuelvo a la oscuridad de mi mente hasta que mi abuela me despierta y me da más sopa y otra pastilla. Me pregunta cómo estoy, me pone el termómetro de nuevo y rápidamente va a por más paños. Me asusta que se caiga sin querer al llevar el peso del cubo, pero cuando intento levantarme me detiene.
—Te han llegado mensajes, ve contestándolos, que luego debes seguir descansando.
Yo estoy congelado, así que me pongo la camiseta del pijama, que todavía es de manga larga.
Sí, yo no cambio las mantas ni el pijama hasta la mitad de julio. No quiero morirme de frío.
Cojo el teléfono de la mesita de noche y lo desbloqueo. Tengo algunos mensajes de Jisung y de Chan preguntándome por el grupo que tenemos los tres si me sucede algo. Respondo que estoy bien y en seguida me llega la notificación de una videollamada. La acepto, aunque hoy ni siquiera me he mirado en el espejo.
Mi pelo está completamente desordenado cuando me veo en la pantalla, estoy muy pálido y las ojeras se me marcan muchísimo.
—¿Por qué nos dices que estás bien? —pregunta Jisung con cara de enfado.
—Porque no me estoy muriendo, Hannie.
—No necesitas estar muriéndote para no estar bien, Lix. Date cuenta. Oh, y eso ha sido el karma.
Le dedico una sonrisita que parece enfurecerlo más que apaciguarlo.
—¿Quieres que vayamos a tu casa? —me pregunta Chan.
Me quedo observando su rostro durante unos segundos sin entender realmente por qué se está preocupando por mí. Ayer no me trató especialmente bien, ¿y ahora quiere venir a cuidarme?
—No hace falta —respondo—. Tengo que dormir, y mi abuela está conmigo.
—Bueno, pero si lo necesitas llámanos.
Asiento.
—Chicos, tengo que irme.
Se despiden de mí moviendo las manos y cuelgo. Mi abuela entra poco después con el cubo y lo deja al lado de la cama.
—Gracias por hacer esto... —digo—. Ya sabes, cuidarme. Lo aprecio mucho.
La mujer levanta el rostro del cubo donde tiene metidas las manos y veo cómo una sonrisa empieza a aparecerle lentamente.
—¿Te he dicho alguna vez que cuando dices lo que sientes te ves mucho más guapo? —Eso me hace reír—. Anda, quítate esa camiseta, que hace mucho calor. Si te portas bien, luego te haré cosquillas en la mano.
En seguida hago lo que me pide. Vuelvo a quedarme solo en ropa interior y después me tumbo en la cama. Ella me coloca el paño en la cabeza, se sienta al borde del colchón y mientras con una mano me aprieta en la frente, con la otra agarra la mía para hacerme cosquillas en la palma.
Eso siempre me ha tranquilizado. Me recuerda mucho a Changbin, porque cuando veíamos películas siempre le obligaba a hacérmelas. No es por nada, pero Changbin tiene un don, como mi abuela. Por eso, y porque estoy enfermo, me permito relajarme, pensar en Changbin y volver a cerrar los ojos hasta quedarme dormido.
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He's in the rain [Changlix]
FanfictionDesde que Lee Felix abandonó su vacía vida en Australia, Seo Changbin llamó su atención. Llegó a Corea del Sur durante el verano, y desde entonces ha pasado casi un año y las cosas han cambiado por completo. Tanto, que Felix podría asegurar que llev...