Faltaban 15 minutos para las seis y yo ya iba de camino. Mi libro estaba tan interesante como para dejarle, así que mientras caminaba, leía.
Mi mamá en varias ocasiones ya me había llamado la atención por hacer eso, ya que decía que no ponía atención a lo que sucedía a mí alrededor y me podía pasar algo, bla, bla, bla.
Nunca le creí...
Hasta ahora.
Para que el semáforo se pusiera en siga de nuevo, quedaban 10 segundos, así que comencé a correr. Cuando llegué a la banqueta me golpeé con una espalda muy ancha y musculosa y luego no vi nada.
Lo que me pareció vergonzoso.