Aquella noche fue bastante para saber que él no me convenía, que él sí era inalcanzable, que lo único que iba a lograr era romper mi corazón, así que me alejaría antes de que lo hiciera. Pero no pude y cometí el error de ir a visitarlo.
Entonces fue cuando me dijo que ya no me quería. Por primera vez había dejado que mis lágrimas salieran sin control delante de una persona.
Mi mundo se derrumbó, sentí como si una parte de mí se desconectara y sólo quedaba la parte infeliz que yo ya había apagado desde que lo conocí. Pero ahora prendía y con más intensidad.
Para siempre, quizá.
Le pedí a mamá mis libros. Siempre han sido mi escape, mis pastillas anti depresión. Mi madre, sin embargo, me dio un baúl diciéndome que no lo abriera hasta que ella me dijera. Estaba grande y muy pesado.
Después de eso, me dejó en paz. Yo necesitaba acostumbrarme de nuevo a mi antigua vida, donde no estaba Armando.
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Asistí a mis clases normales. De mi mundo normal. De una chica normal. Con chicos normales.
Michael y yo nos habíamos distanciado, así que tuve que hacer muchos méritos para que todo fuera como antes.
Pasaron dos meses. Hasta tres.
Armando quitó su empresa y no supe a dónde fue.
Quizá fuera lo mejor. Pero me dolía.
Mis practicas las terminé en otra empresa horrible, con un jefe horrible, compañeros horribles y todo horrible.
Y para variar, aún lo extrañaba mucho. Le lloraba mucho.
Una noche mi mamá entró a la habitación:
-Cariño, ¿qué es lo que te enoja tanto de mí?- preguntó con dulzura.
Se había sentado al borde de mi cama y me acariciaba el cabello.
-Que te des por vencida antes de tiempo- contesté con desgano.
-Exacto. ¿Qué me dijiste aquella mañana cuando tuve mi primera pelea con Ricardo? ¿Recuerdas que yo ya quería irme de aquí y dejarlo todo?
-Sí, lo recuerdo.
-¿Y qué me dijiste?
Ese rumbo de la conversación no me estaba gustando.
-Que las parejas tienen problemas, pero nada es tan difícil para solucionarlos.
-Ajá... ¿y tú qué estás haciendo?
-Solucionando mi problema. Armando no me quiere, dejamos de ser pareja hace ya tres meses –contesté. Como si no fuera obvio.
Sólo pronunciar esas palabras hacían que me punzara el corazón.
-Él te lo dijo porque tiene miedo.
-¡Mamá, ya basta! ¿Tú qué vas a saber lo que él siente o dejó de sentir?-exploté.
-Cariño, sé más de lo que tú sabes. Olvidas que tengo más años de experiencia en las cosas relacionadas al amor.
-Eso no se sabe con la experiencia- contesté tajante.
-Bien, no me dejas alternativa- me obligó a sentarme y verla a los ojos-. Bien. Yo... hice lo mismo con tu padre, yo le dije lo mismo.
-¿Le dijiste que no lo querías?
-Sí.
-¿Por qué le mentiste?