Aún no recibía información de parte de mi abuela.
Sabía que era un cobarde por no acercarme a ella yo mismo. Pero simplemente no podía. La había visto de cerca en ocasiones. Y se veía alegre. No quería que por mi culpa se volviera a poner como cuando le dije que no la quería.
Me había encargado de hacer justicia respecto a Diego. Hice que Carolina lo acusara por agresión física y por ello lo metieran a la cárcel el tiempo correspondiente a su condena.
En cuanto a ella, le había dado una cifra considerable para que desapareciera de mi vida y le había conseguido ayuda psicológica.
La oficina ya no era lo mismo después. La vendí y la hice aún más pequeña, allá donde vivía mi abuela. Mis fieles ayudantes y amigos están conmigo.
Ahora estaba descansado, había terminado temprano de trabajar.
Escuché el auto de Anahí aparcarse en la cochera. Me levanté para recibirla. Para abrazarla también.
Cuando entró tenía una sonrisa enorme pintada en su rostro y seguida de ella, entró Abigail.
Mi corazón empezó a latir más rápido y mi estómago se encogió.
-H-hola- balbuceé.
Mi abuela se pasó de largo no sin antes darme una nalgada. Luego se encerró en su cuarto para darnos "privacidad". Aunque en realidad sabía que estaría escuchando pegada a la puerta.
-Hola-respondió Abigail. Desde que entró no me había visto, parecía más importante el florero de la mesa o la mosca que se paraba en la fruta que yo.
Llevaba su habitual vestimenta, aunque parecía más delgada que antes.
-¿Cómo has estado?- logré preguntar.
Una tontería. Una estupidez de mi parte hacerlo.
-Supongo que bien- contestó incómoda.
-Abigail...-comencé.
Iba a ser difícil el siguiente paso, pero era clave para nuestro futuro.
Sí, nuestro futuro. Porque así iba a ser.
-Lamento que por medio de una carta haya dicho lo que debí haber dicho cara a cara.
-Sí, debiste hacerlo- afirmó.
Me dolía su frialdad.
-También lamento haberte llevado a mi abuela...
-Deberías disculparte con ella- interrumpió-. Se supone que no debe de salir, está en peligro por tu hermano. Ella me lo dijo.
Sus ojos me escrutaban. Su rostro entero me odiaba.
-Ya no lo está, me hice cargo de él y de tu prima. Ya no te molestaran ni a ti ni a ella- confesé.
-No lo sabía...
Me acerqué sólo un poco esperando a que ella se alejara, pero no lo hizo.
Le acaricié el cabello.
-¿Has comido algo? Estás muy delgada.
-No. Por tu culpa- confesó enojada, pero sin rechazar mi tacto. Podría jurar que hasta lo disfrutaba. Que lo extrañaba como yo lo hacía.
-Sí, es por mi culpa- acepto.
-Tampoco he dormido- siguió.
-Por mi culpa- terminé la frase.
-Ajá- sus ojos se dulcificaron un poco.
-Lamento todo, Aby. Fui un mentiroso al decirte que no te quería...
-Y un tonto -me volvió a interrumpir.
Mí insolente.
-Puedes decirme de mil formas, tienes el derecho...
-Sí, sí lo tengo- y entonces me sonrió. Fue apenas un leve movimiento en sus labios.
Extrañaba tanto su compañía.
-Aby... si te quedas aquí, no podrás salir jamás. No lo permitiría- amenacé-. ¿Puedes correr el riesgo de estar con alguien como yo?
-¿Podrías tú?-me preguntó.
Esa pregunta no me tomó desprevenido, ya tenía la respuesta:
-Sí, puedo hacerlo. Estoy dispuesto.
Y luego como era de esperarse, nos besamos.
No podíamos parar, así que mi abuela salió y gritó de emoción. Plan con maña, era claro.
-Eso es trampa-murmuré con diversión.
-No quiero bisnietos antes de la boda, querido.