Me dolía mucho mi cabeza.
Había un puñado de gente chismosa a mí alrededor, pero sólo uno me sostenía y me veía de manera extraña. No sé si han sentido alguna vez una presión en el pecho pues saben que algo va a ocurrir, algo que cambiaría tu vida para siempre...si lo han sentido entonces entenderán cómo me sentía en ese momento.
Qué dramático se escuchó eso. Cambiemos la perspectiva:
Quizás sólo fuera por el golpe que me di. Me dolió, lo admito.
Empujé al desconocido... mentiría si dijera que estaba feo.
-¿Estás bien?- era una voz grave en toda su totalidad.
Lo típico de las novelas.-Sí, no me ha pasado nada... ¿y mi libro?- pregunté un poco ruborizada.
-¿Es éste?-lo sostenía con una sola mano, doblando una de sus esquinas.
-¡Oye! ¡Lo estás doblando!- se lo arrebaté, pero lo único que conseguí fue doblarme la mano y tirar el objeto en cuestión en el charco de agua que me hizo despertar.
-¡Cuidado! ¿Ahora ves lo que has hecho por ser tan malcriada?- el muchacho volvió a tomar mi libro y me lo entregó, haciendo que rozaran nuestros dedos. De inmediato sentí una chispa electrizante por todo mi cuerpo.
Quité la mano temblorosa, pero éste lo notó pues se le formó una sonrisa burlona en el rostro.
Estaba a punto de tirarle una bofetada cuando de entre toda la multitud se escuchó la voz preocupada de Michael.
-¡Dios, Aby! ¿Estás bien?- me puso en pie con rapidez y me sobaba la cabeza con desesperación. Al parecer, buscando señal de sangre o un golpe.
-Sí, estoy bien, en serio. ¿Ya nos podemos ir?... todo mundo nos observa.
El muchacho nos miraba aun sonriendo. Me daban ganas de quitarle esa sonrisa a golpes pero me mancharía de sangre y luego me costaría quitarla de mi ropa. Así que sólo opté por decir:
-Cierra la boca, retrasado.
Me di media vuelta y me alejé.