Él...

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Al fin en mi departamento, pensé.

Había pasado antes al banco ya que tenía que hacerle un depósito a mi abuela.

El día había sido largo y lleno de trabajo.

Me acosté y abrí mi maletín con pesadez. Una nota cayó al suelo:

Era el número telefónico de Abigail.

No sé si iba a funcionar eso de que ella fuera mi secretaria. En realidad no la necesitaba, podía hacer las cosas yo solo.

Pero esa muchacha me gustó desde al principio (no como se piensa en una típica novela romántica) y la estuve observando durante la semana.

Se hallaba trabajando en la librería que se encontraba justo a un lado de mi empresa. Fui una tarde pero al parecer no reconoció mi voz. Se hallaba agachada abriendo una caja. Su cabello estaba espantoso, recuerdo haber observado al principio. Antes de mirar esos ojos brillantes y traviesos... antes de que se levantara para que me atendiera, salí como un cobarde del lugar.

Pero por una buena causa, Dios me la mandó al despacho a pedir informes para sus prácticas.

Mi plan comenzaba a fluir como quería. Como necesitaba.

Un mensaje suena y tomo mi celular:

Me he invitado solo a la fiesta que darás. Qué malo eres, hermanito.

Me llevaré a tu ex. Es encantadora.

Diego.

Será cabrón.

Desde pequeño lo conozco. El único hijo biológico de mi padre adoptivo. El único que no recibía azotes ni malos tratos. "El hijo perfecto".

-No puedo creer lo que están haciendo- les dije aquella noche.

<<-Amor, no es lo que crees...

Diego se levantó de la cama y se tapó con la sábana sin vergüenza alguna.

Desde la muerte de nuestro padre, Carolina fue la única que estuvo a mi lado (esa noche supe que no fue por mí, si no por el dinero). Después de todo, ya la había hecho dueña del 15% de la empresa. Se lo había dado todo en una maldita noche de copas, otra cosa que hice mal.

- Vete a casa- fue lo último que dije. Con las ganas de hacer más cosas pero con mi moral de guardián.>>

Ella era hija única del que un tiempo llegó a ser un muy buen socio de mi padre ya fallecido. Vive en Nueva York, junto a sus padres y tía. Y una prima de la cual se quejaba muchísimo. Y por lo que me llegó a contar llegué a pensar que era odiosa. Aunque minutos después se me olvidara y me pareciera hasta divertida y un tanto inteligente.

Ella acompañaba a su padre a todos sus viajes y en uno de ellos la conocí. Se enamoró de mí por el dinero y yo de ella por su facilidad de persuasión y entrega total de corazón (porque al menos al principio así me lo pareció)... y bueno, porque también sabía moverse bien. 

Muy bien.

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