Capítulo 21

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Narrador omnisciente.

Ginebra y Melina se encuentran ya listas para asistir a la ceremonia que se llevará a cabo en la catedral de Milán, con cada minuto que pasa Ginebra siente más una opresión en el pecho al saber que una vez dentro ya no habrá vuelta atrás. Las nauseas y mareos son cada vez más fuertes tal vez lo ocasione el nudo que se ha formado en su estómago. Solo espera que con el paso de los meses los síntomas desaparezcan en definitiva. Ginebra trata de poner su mejor cara aunque por dentro es evidente que se siente muy mal, el dolor la mata la decepción es evidente y su rostro lo demuestra. Aunque ella trata de disfrazarlo con una sonrisa fingida y todo para que Melina no note que se siente mal y cancele los planes y decida quedarse en casa, no lo haría.. no por ella.

Se dijo así misma que entre más pronto fueran a la iglesia más pronto terminaría con su agonía, toda la tarde se paso pensando en que hubiese pasado si le fuera contado la verdad del  embarazo a William. Pero ya a éstas alturas piensa que es mejor callar y dejar que el tiempo lo decida todo. Tal vez algún día se tendrá que enterar de la verdad, pero no será ella quien se lo diga no pretende arruinar su boda, no quiere ser egoísta y atarlo a ella que no la ama por obligación.

Ginebra piensa que si William no amara a esa mujer no le hubiese pedido matrimonio, le gustaba torturarse con ideas negativas para así no querer estar cerca de él, tampoco quería odiarlo lo amaba lo suficiente como para arruinar algo que se planeo con dedicación, es por eso que ella dejaría todo atrás. Iría con la madre superiora y le contaría ahora la nueva verdad de su embarazo, no sabía exactamente el día y como le explicaría todo lo que ha acontecido pero se sentía muy segura de hacerlo sabía a ciencia cierta que Amanda no la juzgaría, claro estaba la quería como a una hija.

Por su parte Melina no se encontraba nada conforme, con la idea de que su único hijo en una hora contrajera nupcias con esa mujer, se le notaba el interés hacía lo material que poseía William. Melina deseaba en el fondo de su corazón y  hubiese estado más que encantada de que William hubiese hecho su esposa a Ginebra sería la candidata perfecta para él. A esa muchacha de corazón puro y noble que logro ganarse el corazón de Melina a cada día que pasaba con buenos tratos y mucho cariño, a Melina no le gustaba el actuar de su hijo y la manipulación de esa mujer y mucho menos esa decisión tan repentina que tomó, por que de algo estaba segura que algo pasaba no podía enamorarse de la noche a la mañana de Emily. 

Ella era una de las tantas que cada día o semana pasaban por la cama de su hijo, por otra parte Melina notaba decaído y triste a su hijo, está mañana cuando fue a visitarla a su habitación momentos antes de que llegara Ginebra. Melina lo reprendió por lo cobarde que fue con Ginebra, le contó que ella estaba al tanto de la relación a escondidas que llevaban, él por su parte se mostró sorprendido de que su madre supiera la verdad y sobre todo que los apoyara y no le molestara lo que fuera que pasó entre él y su ángel de alas rotas. 

William le contó que estaba enamorado de Ginebra pero que era imposible el estar juntos que no explicaría los motivos pero que tal vez algún día los sabrán. Melina le exigió que la deje en paz, le suplico que no le haga más daño del que ya causó por consecuencia de sus decisiones. Es por eso que desde un principio Melina le advirtió a Ginebra sobre William bien sabía lo que ocurriría, después de que Melina los escucho en la cocina supo que Ginebra había caído por William y tuvo miedo de que su hijo la dañara y después de todo no se equivoco, pensó; una madre jamás se equivoca si sabe lo que tiene por hijo.

Para Melina ellos serían la pareja perfecta, ella lo querría con sus demonios y lo llevaría a su cielo lo convertiría en una mejor persona en otras circunstancias pero, lastimosamente la realidad era otra, William arrastró a Ginebra hacía su infierno personal y la abandonó a su suerte.

Sentimientos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora