4: Llegada

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—¿Que estás mirando?—preguntó Hermione, yo le di por un segundo más una mitad irritada a Morgana antes de darme la vuelta para ver a mis amigas.

—Nada, ya que nada de lo que nos rodea tiene sentido y nuestro propósito en esta Tierra es absurdo y solo podemos luchar contra nuestro destino Por la existencia—Ginny y Hermione me vieron con las cejas alzadas—. Mi tío Ted tenía un libro de filosofía y como soy tremendamente brillante lo leí.

—Como siempre tu modestia sigue igual—Ginny rió.

Me puse una mano en el pecho, ofendida.

—Yo soy modesta. Soy tan modesta que en realidad les da envidia mi modestia—reí, seguimos caminando y hablando de nuestros veranos respectivamente, mientras Hermione contaba de sus vacaciones, yo y Ginny escuchábamos atentas mientras también le decía ¡Buenos días! A cualquier animal que pasará frente a nosotras. Una gallina me miró confundida antes de seguir su camino. Sin embargo nos detuvimos cuando escuchamos el ruido proveniente de la casa, era bastante ruido, al parecer había llegado alguien y había una pelea, pero más bien parecía un regalo por que solo se escuchaba una voz; la señora Weasley.

—Uhhhh...¡pelea, pelea!—dije feliz aplaudiendo, mis amigos negaron divertidas pero ambas estaban igual de curiosas así que las tres fuimos corriendo a ver lo que sucedía.

Entramos por la puerta de la cocina y lo primero que vi fue la espalda de la señora Weasley, quien no parada de hablar, sin embargo un poco más allá estaba Harry quien me sonrió sin embargo su sonrisa se desvaneció y me vio confundido.

—Estás pelirroja—afirmó.

—Si, yo igual te extrañe cuatro ojos—dije rodando los ojos antes de dar unas zancadas y abrazarlo con fuerza, seguía siendo unos centímetros más alta que él, algo que sin duda sé lo iba a echar en cara y lo iba a molestar todo el año. Sin embargo lo deje de abrazar cuando vi a Charlie quien veía a su madre a punto de estallar con una sonrisa divertida, apoyado en su hermano Bill, por Morgana se veía tan...

—Laila me estás aplastando...—escuche apenas la voz de Harry.

—Ah ya te acuerdas quien es...—murmuró Ron.

—¿Qué tienes que decirme, Arthur? —dijo la señora Weasley en un tono de voz que daba miedo.

—Nada, Molly —farfulló el señor Weasley—. Fred y George sólo... He tenido unas palabras con ellos...

—¿Qué han hecho esta vez? —preguntó la señora Weasley—. Si tiene que ver con los «Sortilegios Weasley»...

—¿Por qué no le enseñas a Harry dónde va a dormir, Ron? —propuso Hermione desde la puerta.

—Ya lo sabe —respondió Ron—. En mi habitación. Durmió allí la última...

—Podemos ir todos —respondí rápidamente, dándole un pequeño pisotón, y una mirada que decía "¡espabílate Weasley!"

—¡Ah! —exclamó Ron, cayendo en la cuenta—. De acuerdo.

—Sí, nosotros también vamos —dijo George.

—¡Ustedes se quedan donde están! —gruñó la señora Weasley.

Salimos despacio de la cocina, acompañados por Hermione y Ginny, emprendimos el camino por el estrecho pasillo y subimos por la desvencijada escalera que zigzagueaba hacia los pisos superiores.

—¿Por que pelirroja?—insistió Harry.

—¿Insinúas que no me queda bien?—alce la ceja—. Por qué si es así creo que te diste un buen golpe en la cabeza. Sabes que me veo genial con todo. Además es solo por el resto del verano.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora