22: De vuelta a Clases

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Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos, mientras veía mi nuevo desayuno, después de qué Morgana me consolará un rato decidí ir a comer. Unos asientos más allá, Fred, George y Lee Jordan discurrían métodos mágicos de envejecerse y engañar al juez para poder participar en el Torneo de los tres magos.

—Hoy no está mal: fuera toda la mañana —dijo Ron pasando el dedo por la columna del lunes de su horario—. Herbología con los de Hufflepuff y Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...

—Y esta tarde dos horas de Adivinación —gruñó Harry, observando el horario. Adivinación era la materia menos apreciada, aparte de Pociones. La profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte, en especial la de Harry. Me fije en Astronomía y las horas que teníamos no eran muchas pero de todas forma serán horas en las cuales tenía que prestarle atención a esa vieja.

—¿Es muy tarde para abandonar Astronomía?—pregunte con una mueca.

—Tendrías que haber abandonado esa asignatura como hice yo —dijo Hermione con énfasis refiriéndose a Adivinación, untando mantequilla en la tostada—. De esa manera estudiaríais algo sensato como Aritmancia. En cuanto a Astronomía...bueno, no es la mejor pero es mucho mejor que Adivinación.

—Estás volviendo a comer, según veo —dijo Ron, mirando a Hermione y las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la mantequilla.

—He llegado a la conclusión de que hay mejores medios de hacer campaña por los derechos de los elfos —repuso Hermione con altivez.

—Sí... y además tenías hambre —comentó Ron, sonriendo.

«Me deberás una fortuna si esos dos se casan» escuche la voz de Morgana en mi cabeza, haciéndome sonreír.
Oí un batir de alas, y un centenar de lechuzas entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. Las lechuzas volaron alrededor de las mesas, buscando a las personas a las que iban dirigidas las cartas y paquetes que transportaban. Una lechuza castaña dejó caer un paquete y un sobre en mi regazo, vi a Harry que se veía muy interesado en lo que me habían dado. No tenía que ver en su mente, estaba ansioso por saber si era Sirius.

—Son mis abuelos—aclare, viéndolo, él asintió, algo decepcionado. Leí la carta, me deseaba un excelente año escolar, y estaban un poco tristes de no haber pasado todo el verano conmigo, pero comprendían mi decisión de conocer a mi tía, además me pedía que por favor tratara de acercarme a Angelique ya que aceptó ese puesto temporal en Hogwarts ya que lo hizo por mi, y si no podía que por lo menos la tratara con algo de respeto. Por el gran corazón de mi abuelo Newt acepte. En el paquete había sorprendentemente unos Dulces, supongo que un sutil soborno para que soportara a mi abuela.
Un soborno que sin duda acepte.

Mientras comía mis Dulces de soborno fuimos al Invernadero 3; pero, donde la profesora Sprout mostro a la clase las plantas más feas que yo ya conocía. Desde luego, no parecían tanto plantas como gruesas y negras babosas gigantes que salieran verticalmente de la tierra; eran bubotubérculos, como el que había plantado en casa de tía Dromeda.

—Son bubotubérculos — dijo con énfasis la profesora Sprout—. Hay que exprimirlas, para recoger el pus...

—¿El qué? —preguntó Seamus Finnigan, con asco.

—El pus, Finnigan, el pus —dijo la profesora Sprout—. Es extremadamente útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogerán el pus en estas botellas.
Tienen que ponerse los guantes de piel de dragón, porque el pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel cuando no está diluido.
Mientras exprimía los bubotubérculos pensé en el granito que me estaba creciendo en la barbilla. Cada vez que se reventaba uno de los bultos, salía de golpe un líquido espeso de color amarillo verdoso que olía intensamente a petróleo. Lo introducimos en las botellas, tal como había indicado la profesora Sprout, y al final de la clase habíamos recogido varios litros.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora