30: Pesadilla

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Solo les diré una cosa:
Lávense las manos pls

—Como todos saben, en el Torneo compiten tres campeones —continuó Dumbledore con tranquilidad—, uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los tres
magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.
Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.

—Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó Dumbledore—. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.
»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación —prosiguió Dumbledore—, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.
»Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuar en el Torneo hasta el final. Al echar vuestro nombre en el cáliz de fuego estáis firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que debéis estar muy seguros antes de ofrecer vuestra candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.

—¡Una raya de edad! —dijo Fred Weasley con ojos chispeantes de camino hacia la puerta que daba al vestíbulo—. Bueno, creo que bastará con una poción envejecedora para burlarla. Y, una vez que el nombre de alguien esté en el cáliz, ya no podrán hacer nada. Al cáliz le da igual que uno tenga diecisiete años o no.

—Pero no creo que nadie menor de diecisiete años tenga ninguna posibilidad —objetó Hermione—. No hemos aprendido bastante...

—Habla por ti —replicó George—. Tú lo vas a intentar, ¿no, Harry?

En ese momento exploté de la risa, por todas las cosas heroicas que Harry había hecho, algunos ya tomaban por sentado que lo iba a intentar. Pero mis pensamientos de que intentar participar en el torneo no se le pasaría en la cabeza murieron cuando Harry se quedó en silencio. Lo tironee del brazo.

—Ni se te ocurra, cuatro ojos.

—¿Dónde está? —dijo Ron, que no escuchaba una palabra de la conversación, porque escrutaba la multitud para ver dónde se encontraba Krum—. Dumbledore no ha dicho nada de dónde van a dormir los de Durmstrang, ¿verdad?

Pero su pregunta quedó respondida al instante. Habíamos llegado a la altura de la mesa de Slytherin, y Karkarov les metía prisa en aquel momento a sus alumnos.

—Al barco, vamos —les decía—. ¿Cómo te encuentras, Viktor? ¿Has comido bastante? ¿Quieres que pida que te preparen un ponche en las cocinas?

Krum negaba con la cabeza mientras se ponía su capa de pieles.

—Profesor, a mí sí me gustaría tomar un ponche —dijo otro de los alumnos de Durmstrang.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora