27: Torneo de los tres magos

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Todos los alumnos de cuarto habíamos apreciado un evidente incremento en la cantidad de trabajo para aquel trimestre. La profesora McGonagall explicó a qué se debía, cuando la clase recibió con quejas los deberes de Transformaciones que ella acababa de ponerles.

—¡Están entrando en una fase muy importante de su educación mágica! —declaró con ojos centelleantes—. Se acercan los exámenes para el TIMO.

—¡Pero si no tendremos el TIMO hasta el quinto curso! —objetó Dean Thomas.

—Es verdad, Thomas, pero créeme: ¡tienen que prepararos lo más posible!

—Ah...—gemí con frustración, vi a Hermione y luego al techo—. ¡Devuélvanme a tercero!

Me costo no reír en la siguiente clase de Adivinación cuando la profesora Trelawney dijo que nos había puesto sobresaliente en los trabajos. Leyó pasajes enteros de nuestras predicciones, elogiándonos por la indiferencia con que aceptábamos los horrores que deparaba el futuro inmediato. Pero no me hizo tanta gracia cuando ella mandó repetir el trabajo para el mes siguiente: a los tres nos les había agotado el repertorio de desgracias.
El profesor Binns, el fantasma que enseñaba Historia de la Magia, mandaba redacciones todas las semanas sobre las revueltas de los duendes en el siglo XVIII; mi abuela Angelique trataba de ser suave sin embargo nos mandaba una cantidad impresionante de tarea como si fuera sumar uno más uno; el profesor Snape obligaba a descubrir antídotos, y me lo tomé muy en serio porque había dado a entender que envenenaría a uno de nosotros antes de Navidad para ver si el antídoto funcionaba; y el profesor Flitwick había ordenado leer tres libros más como preparación a su clase de encantamientos convocadores.
Hasta Hagrid nos cargaba con un montón de trabajo. Los escregutos de cola explosiva crecían a un ritmo sorprendente aunque nadie había descubierto todavía qué comían, yo probaba diferente cosas con el mío, Hagrid estaba encantado y, como parte del proyecto, sugirió ir a la cabaña una tarde de cada dos para observar los escregutos y tomar notas sobre su extraordinario comportamiento.

—No lo haré —se negó rotundamente Malfoy cuando Hagrid propuso aquello—. Ya tengo bastante con ver esos bichos durante las clases, gracias.

De la cara de Hagrid desapareció la sonrisa.

—Harás lo que te digo —gruñó—, o seguiré el ejemplo del profesor Moody... Me han dicho que eres un hurón magnifico, Malfoy.

Los de Gryffindor estallamos en carcajadas. Malfoy enrojeció de cólera, pero dio la impresión de que el recuerdo del castigo que le había infligido Moody era lo bastante doloroso para impedirle replicar.
Volvimos al castillo al final de la clase de muy buen humor: haber visto que Hagrid ponía en su sitio a Malfoy era especialmente gratificante, sobre todo porque éste había hecho todo lo posible el año anterior para que despidieran a Hagrid.
Cuando llegamos al vestíbulo, no pudimos pasar debido a la multitud de estudiantes que estaban arremolinados al pie de la escalinata de mármol, alrededor de un gran letrero. Ron, el más alto de los tres, se puso de puntillas para echar un vistazo por
encima de las cabezas de la multitud, y leyó en voz alta el cartel:

—TORNEO DE LOS TRES MAGOS
Los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegarán a las seis en punto del viernes 30 de octubre. Las clases se interrumpirán media hora antes.

—¡Estupendo! —dijo Harry—. ¡La última clase del viernes es Pociones! ¡A Snape no le dará tiempo de envenenarnos a todos!

—Conociéndolo, todavía es una posibilidad—me encogí de hombros.

—Los estudiantes deberán llevar sus libros y mochilas a los dormitorios y reunirse a la salida del castillo para recibir a nuestros huéspedes antes del banquete de bienvenida.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora