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Era un salón grande, adornado con telas y hermosos candiles. Sus vitrales eran enormes y daban vista a un hermoso jardín lleno de pequeñas lucesitas blancas.

Lo buscaba con la mirada queriendome abrir paso con los ojos entre toda la multitud que grácilmente bailaba. Todas las damas usaban un vestido al estilo de la época colonial, ostentosos; los varones usaban esmoquin, y todos cubrían su cara con un antifáz; excepto yo... ni siquiera sabía de qué era la fiesta; la música sonaba y la gente bailaba a mi alrededor, pero lo que quería era encontrarlo a él.

Mi mirada siguió examinando el lugar, y mis labios dibujaron una sonrisa al encontrarlo por fín...

¡Dan!

Grité para que pudiese verme. El me miró con su característica mirada desentendida y como si yo no fuese nadie, se giró. Tomó la mano de una chica y pasó justo delante de mí, ni siquiera me observó, mantuvo su mirada al frente como si yo fuese uno más de los adornos que nadie se molestaba en apreciar... y entonces lo vi perderse entre la multitud.

Sentí una fuerte punzada en mi cabeza, y la vista se me nubló. Todo empeó a dar vueltas... ¿cuánto tiempo tendré que esperar para sentir el impacto de mi contra el piso?

Y entonces, una cálida y suave mano tomó la mía; y todas aquellas horribles sensaciones se esfumaron. Se acomodó delante de mí; vestía un esmóquin negro como los demás y también usaba un antifáz que no me permitía ver su rostro, pero sabía perfectamente que era él, al que desconocía pero que me transmitía tanta paz.

¿Tocaron la puerta de tu corazón y la derribaron desgarrada?-preguntó

Con la cabeza baja y la mirada hacía el suelo, asentí llena de tristeza. Me levantó con sus dedos el mentón delicadamente y se me quedó mirando.

-Yo te ayudo a empezar y construirlo de nuevo...

Y entonces desperté; esta vez, una lágrima había escapado de mis ojos y se había fugado libremente por mi mejilla.

¡Era suficiente! Ya no podía soportarlo más, ahora estos estú*pidos sueños habían tocado una parte de mis recuerdos muertos haciendolos despertar. Miré el reloj, faltaban diez minutos para las ocho, esta vez, era sabado, no había escuela.

Me levanté más que frustrada, había prometido no volver a llorar por él, y ahora, aunque inconcientemente, pero había roto mi promesa.

Llamé a Chris, íbamos a ir a desayunar en McDonald's por lo tanto él pasó por mí a los veinte minutos de mi llamada.

-¿Cómo ameneciste hoy?-preguntó amable al verme subir al auto.

-Amanecí, y eso es lo que importa-fruncí el ceño

-¿Y ahora qué te ocurre?-musitó frustrado.

Silencié por unos minutos.

-Nada...-contesté al fin mirando hacía la ventanilla del auto.

¿Nada? ____, he estado contigo diécinueve años de mi vida; desde que tengo uso de razón he aprendido cada una de tus expresiones, sé lo que significan; sé lo que sientes con sólo mirarte a los ojos. Ahora vienes, y tus ojos desprenden una enorme tristeza y me dices que no tienes nada?! ¿Cómo piensas que creeré eso?

Me quedé sin responderle... Cuando me dí cuenta, ya habiamos llegado al restaurante. Se estacionó cerca de la entrada, bajé del auto al igual que el. Entramos al establecimiento, y mientras yo esperaba sentada en una mesa a que Chris viniera con las charolas de comida, comenzé a pensar...Chris era mi apoyo, el único con quien podía hablar, el único que me conocía hasta el último cabello de mi cabeza, era inútil que intentará ocultar algo cuando el perfectamente se daría cuenta de que lo hago; además era injusto por hacerle participe de mis frustraciones...

Simplemente no quiero extrañarte esta noche (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora