3: Ansiedad

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Todos tenemos secretos que evitamos recordar por temor a ser juzgados...

Sin embargo, Aiden sentía que debía pagar por ayudar a Gia a encubrir una muerte.

Saber que corría el riesgo de ser descubierto e involucrado por un secreto aún más turbio que cualquier otro le hizo pensar lo peor una y otra vez, sin la posibilidad de mantenerse tranquilo...

Fue hasta que decidió desempatar y acomodar sus pertenencias en un rack que se deslizaba con facilidad que poco a poco fue liberando parte de su estrés.

Y aún debía arreglarse para la fiesta de aquella noche con la incertidumbre de asistir o no en compañía de Wesley y sus amigos. Solo pensarlo le erizaba la piel.

Unos minutos más tarde pudo percatarse que llevaba consigo una gran caja marrón con un listón dorado al rededor. <<Mierda>>.

Eran los chocolates suizos que Alfred le habría regalado antes de llegar al aeropuerto. La caja más grande.

Al abrirla y oler ese aroma dulce y a cacao, provocó en él una ansiedad diabólica que le invitaba a devorarlos por completo.

Pero ya sabía controlar esa clase de impulsos que le orillaban a la culpa, así que cerró la caja y pensó que eso podría servirle como una excusa para disculparse con Kalena y Elise.

Tiempo después de arreglarse decidió que iría con un conjunto negro y un blasser blanco, cepillo sus dientes hasta que su encía ardió, y práctico su sonrisa frente al espejo.

Salió a la sala principal donde Elise se encontraba buscando algo interesante para ver, pero su vista solo pudo centrarse en Aiden cuando este se posó de forma arbitraria frente a ella.

—Sé que empezamos con el pie equivocado, espero que puedan perdonarme...

La chica arqueo ambas cejas con algo de sorpresa y se puso de pie algo dudosa antes de tomar la caja y llevarla hacia la barra de la cocina para abrirla.— ¿Qué es esto?

Aiden le siguió el paso.— chocolates suizos, créeme son exquisitos.

Habiendo dicho eso, el timbre sonó, y antes de que Elise pudiese decir algo más el chico atendió, aunque para su sorpresa no se trataba de Wesley, sino de otros dos chicos completamente desconocidos.

—Hola, Eres Aiden ¿Cierto?— un chico alto le dedicó una mirada algo burlona. — me llamo Harper Lewis...

—Sí, soy yo. — el castaño respondió observando a Harper con curiosidad. Un chico de cabello castaño rojizo, cuyos ojos celestes resaltaban bajo unas pobladas y despeinadas cejas.

—Y yo soy Dante Goldstain. — Intervino el chico a su costado un poco más serio. — Wesley dijo que llegaría pronto y nosotros quisimos bajar a saludar. — añadió.

Aquel tenía una piel bronceada, cabello castaño oscuro con luces doradas y ojos miel.

—Un placer, adelante. — Aiden respondió intentando no parecer nervioso, pero en cuanto los chicos accedieron a pasar lo primero que divisaron en la estancia principal fue a una chica con las mejillas llenas de chocolate importado.

Elise dejo de comer y se limpió las mejillas degustando el sabor del chocolate en el paladar. —carajo. — susurro para sí misma

— ¿Porque no mencionaste que traerías visitas?— la chica acomodo su cabello esperando mejorar su aspecto, a pesar de que las chicas como Elise realmente eran hermosas, de facciones refinadas y pestañas abundantes.

—Porque en realidad Wesley llegará pronto. — explicó Aiden sin muchos ánimos.

—Pero podrías venir igualmente, no hay problema alguno. — intervino Harper caminando un poco para poder verla a los ojos.

Elise quedó anonada con la sonrisa de Harper , que tenía cierto encanto y picardia en cada uno de sus gestos, como la clase de chico dispuesto a coquetear todo el tiempo, pero eso no fue impedimento para mirar a Aiden con cierto semblante de súplica.

—No lo se, mañana comienza el semestre y se necesita más que una caja de chocolate suizo si deseas que Kalena te perdone.

Aiden se cruzó de brazos sin nada mejor que expresar.— De acuerdo...

En ese instante Wesley atravesó la estancia.—Lo lamento, estaba abierto ¿Están listos?

Pero aquella pregunta solo creo que Aiden sintiera la clase de pánico que suele experimentar una persona al llegar a una ciudad nueva y enorme.

En momentos como ese quizá estar a lado de Gia o Genevieve le hubiese hecho sentir un poco más tranquilo, pero ambas estaban al otro extremo del mundo, igual que su familia.

Aiden definitivamente estaba muy por afuera de su zona de confort.

—Ire por Kalena, ahora vuelvo. — suspiro Elise cruzando por la estancia, mientras los chicos se quedaban afuera a la espera de dos mujeres a punto de alistarse.

La espera sería eterna.

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