30: El ascenso de un prodigio

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Días después...

La última semana del curso se había ido como agua entre las manos. Dante y Harper se graduaron, igual que Wesley.

Por otro lado, en el salón de clases de Aiden solo eran él y otros tres compañeros.

Elise, que no paraba de lamentarse y auto compadecerse para recordarle a todo el salón que pronto se encontraría con Dante en Inglaterra.

Kai y Amelia que para su sorpresa, estaban quedando en citas después de clases...

Y al final estaba Aiden concentrado en sus diseños, vestidos de ensueño con caídas drapeadas, y volúmenes surrealistas.

Eran lo único que le impedía recordar el sentimiento de culpabilidad que rondaba en su cabeza.

Coser era algo que disfrutaba mucho, lo concentraba en sus ideas, lejos de sus problemas...

—joven LeClair. — le llamó su profesor. —Me temo que el director quiere verlo en su oficina.

Aiden asintió deteniendo su labor. —Está bien. — se dirigió a la puerta y caminó por el corredor para ir en busca de la dirección.

Era la primera vez que alguien lo mandaba llamar en realidad...

Los nervios se hicieron presentes, y las teorías sobre lo que podía esperarle en la oficina del director eran demasiadas. Quizá Kalena lo esperaba con la policía en la puerta principal, quizá Cathrina volvió por falta de pruebas...

Wesley le había pedido que no pensara en eso, pero era inevitable imaginar que las personas cuyas vidas arruinaste no deseen venganza o justicia.

Sin embargo, al llamar a la puerta solo esperó que una voz gruesa lo animara a pasar.

—Buenos días director Van Houten, soy Aiden LeClair, dijeron que quería verme...

El joven parisino hizo un ligero asentimiento de cabeza antes de percatarse que no había nadie más que la presencia de ambos en la estancia.

—Adelante. — respondió Van Houten algo cortante. —Lo he llamado porque sus profesores han venido conmigo para hablar de usted, al parecer tiene un talento innato...

Aiden estaba confundido, pero se mantuvo inexpresivo ante los ojos del director mientras los nervios disminuían.

—Cada año, recibimos una convocatoria para el siguiente prodigio de la moda, la promesa de cada generación...

El director Van Houten hurgó entre sus cosas para sacar un sobre blanco que Aiden tomó entre las manos sin poder evitar fruncir el ceño.

—Usted ha sido seleccionado como el mejor de su clase, y es un privilegio poder otorgarle una invitación para formar parte de la semana de la moda en Paris que se aproxima en Agosto.

Aiden tardó en reaccionar unos instantes a las palabras de Van Houten, pero solo podía sentirse capaz de titubear y sonreír de la emoción antes de sacar el contenido del sobre con un volante que tenía su nombre, dirección y hora del evento.

—Solo necesita confirmar su asistencia, conseguir modelos, y presentar la colección que está realizando para su clase de drapeado representando a Parsons por supuesto.

Fue en ese momento cuando Aiden se quedó en completo estado de shock, quería gritar y al mismo tiempo sabía que debía mantener la cordura.

Podría pedirles a sus dos mejores amigas y a otras chicas de Saint-Clare que modelaran la colección, después de todo, Stephano Lombardo le estimaba mucho.

—No sé qué decir...— se sinceró el chico con una sonrisa en su semblante y los ojos cristalinos. La emoción era notoria en su rostro.

—Igual que todos. — Van Houten se encogió de hombros antes de dedicarle una sonrisa. — lo felicito y le deseo la mejor de las suertes, ahora vuelva a sus clases...

Aiden se puso de pie asintiendo antes de abandonar la oficina del director, y lo único en lo que fue capaz de pensar en ese momento era la promesa que se hizo cuando su madre falleció.

El abriría su atelier de alta costura, sobre los campos Elíseos honrando su memoria a través de cada uno de sus vestidos...

En ese instante se dio unos segundos para mandar un mensaje de texto a Wesley.

Aiden:

"Salgamos a cenar esta noche, tenemos mucho que celebrar".

Después de eso, sin poder borrar la emoción en su rostro se dispuso a continuar con su trabajo.

Zac Posen tuvo un talento notorio desde su infancia convirtiéndose en un prodigio, el chico mimado de la moda norteamericana.

Aiden por otra parte lo había heredado de su madre, que lo había instruido desde temprana edad, obsequiándole algo que sus hermanos nunca fueron capaces de discernir.

La única herencia que nadie puede arrebatarte. Conocimiento.

Aiden LeClair poseía todo lo que necesitaba para saltar a la cima por su propia cuenta y ahora solo podía imaginarse con todos sus sueños realizados.


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