CAPÍTULO 40

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OSADÍA

Miró al frente concentrándose en la fila de autos interminable por !a avenida. Estaba a punto de arrepentirse de insistir en manejar del aeropuerto hasta su destino. Era parte de su plan ante su regreso. Le parecía más fácil tener un vehículo para salir huyendo si sos cosas no salían bien. Recargó su brazo en la ventanilla y posó descuidadamente la mano en los alborotados y cortos rizos rubios que eran un desastre por el calor de Texas.

Se mordió el labio inferior mientras buscaba la manera de manejar su ansiedad. Encendió la radio y una voz grave, con un sensual tono de escuchó inundando con su canción hecha soft rock dibujando en sus labios con un delicado brillo una gran sonrisa. Era inconfundible, podría reconocer esa voz entre la de cualquier cantante. Dallas King y su grupo del cual no recordaba el nombre. Movió su cuerpo desgarbado al ritmo de la melodía y de pronto se sintió un poco mejor.

Él y Panther, junto con Ryder le ayudaron a ver un par de veces a Kal y abandonar el rancho haciéndose cargo de ella hasta que se estableció. Sonrió un poco al recordar su corta estadía en la clínica de recuperación a la que Panther le ayudó a ingresar. Después de enteró que Dallas estuvo también ahí. Ese lugar era parte del aislamiento de la familia King.

Miró el reloj del móvil que mantenía en un soporte guiándole hasta el punto a donde queria llegar. No le puso mucha atención, ya que poco a poco su memoria le fue guiando hasta los suburbios en donde tenía que hacer un parada.

Una fuerte emoción creció en su pecho. Se unió a la ansiedad de no haber vuelto después de haber cumplido con los dos más maravillosos favores, de los que nunca se arrepentiría. Lo había hecho para ayudar a  Panther como él lo hizo una vez a ella. Lo merecía. No era de tan alto precio.

Miró las calles bordeadas de árboles y extensos jardines con forme se acercaba a el área más conocida. Miró de reojo las bolsas que llevaba en el asiento de junto, levantó la barbilla y apretó el volante con ambas manos.

La casa era memorable. Con sus perfectos jardines, diseñado por el mejor experto en su campo. Una pequeña barda de ladrillos marrones con unas puertas dobles de madera envejecida. Detuvo la SUV y se inclinó mirando por última vez desde afuera la casa que no veía desde muchos años atrás. Tomó las bolsas y salió llevando las llaves para activar la alarma. Caminó ligera hasta la entrada y llamó al timbre.

- ¿Quién...

Hubo silencio.

Clarissa miró a la cámara con una ligera sonrisa.

- ¿Clarissa?

- ¿Tan cambiada estoy? - levantó una ceja clara.

- ¡Dios! - exclamó la voz masculina y enseguida las puertas de abrieron automáticamente.

Clarissa suspiró emocionada y llevó un pie hasta las piedras grises que adornaban el camino hasta la puerta principal. Se sintió en medio de una vereda en el bosque rodeada de arbustos y árboles que la última vez que caminó entre ellos eran esbeltos y con tiernas hojas jóvenes.

Por primera vez en mucho tiempo se sintió más ligera, con ganas de ir por lo que le hacía falta en la vida. No quería sentir temor, ya estaba cansada de vivir hundida por ese sentimiento. Esperaba que Oliver se sintiera de la misma manera, se merecía ser feliz con la mujer que al fin había logrado entrar en su corazón. Subió uno de los escalones hasta el porshe y la puerta se abrió de golpe. Un agitado Burt sonreía con una camisa blanca de rayas azules mirándola de arriba a abajo evidentemente emocionado.

- ¡Estás fantástica! - exclamó acercándose para darle un apretado abrazo dejándola sin aliento -. ¡Te cortaste el cabello! ¡Al extremo! !Lo tenías tan largo!...

SAGA KING 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora