CAPÍTULO 39

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SIN ATADURAS

Sus ojos miraban por el ventanal los jardines fuera de su oficina. La suave piel clara acariciaba su mejilla que recargaba cómodamente. Ya eran varios años entre recuerdos y añoranzas de lo que pudo haber sido. No había manera de arreglar los errores y aquello le causaba una nostalgia que la hacia bajar cada una de sus defensas. Se volvía frágil y desvalida.

No era que le gustará ser de esa manera, ya no, ya no buscaba serlo, no quería regresar a aquellos ayeres y sentir enojo por lo que fue. Simplemente quería olvidar y seguir con la vida que ahora tenía. Pero le hacía falta algo para que pudiera considerar una vida plena, completa a pesar de todo.

Suspiró mordiendo el labio inferior aferrándose a los apoyabrazos cuando regreso a su mente lo vivido. No, descartó aquellos pensamientos con brusquedad; movió la cabeza y la inclinó sintiendo lágrimas en los ojos a punto de derramarse. ¡Maldición, llevaba demasiado tiempo buscando olvidar una gran parte de pasado!

Cruzó una pierna y llevó una mano hasta las sienes pulsantes. Siempre pasaba lo mismo cada vez que los recuerdos empezaban a abrumarle.

- ¡Qué bueno que no estás trabajando! - la voz masculina la sobresaltó obligándola a girar su delicado sillón.

Miró al hombre y no pudo evitar una sonrisa. Era tan agradable para ella que estuviera a su lado. No elegiría a alguien más desde el momento en que le conoció.

Él rodeó el escritorio y la ayudó a levantarse sosteniéndola en un abrazo. Inclinó la cabeza hasta que la frente de ambos se juntaron. Los ojos oscuros se posaron en los grises de ella mirando entre el brillo delatador de las lágrimas contenidas.

- ¿Qué está pasando querida? - inquirió frunciendo el ceño con preocupación.

- Nada, es sólo que estoy cansada - respondió de inmediato -. La próxima exposición me ha quitado toda la energía.

- Bueno, entonces podemos ir a casa - acarició su mejilla pálida muy al contraste con la piel oscura -. Los niños están esperando. Ellos están inquietos.

Ella lo miró sonriéndole un poco y asintió recargando su mejilla en el fuerte pecho aferrándose. La inquietud en su cuerpo le impedía relajarse ante su abrazo.

- Si, debemos ir a casa.

Él se apartó un poco para buscar su mirada. Sabía que estaba preocupado por su actitud. Ella hizo una mueca y se deshizo de su abrazo para ir en busca de su bolso. Caminó hasta la puerta y la abrió, antes de salir movió la cabeza hacia el hombre que se mantenía en el mismo sitio sin dejar de observarla.

-¿Nos vamos?

- Estás extraña querida - observó en un tono que no admitiría cualquier intento de ella por evadirle.

Ella levantó los delgados hombros dándole poca importancia a lo que estaba pasando.

- No es nada - respondió tranquila -, uno de esos episodios.

- ¿Debo preocuparme por ello?

Lo miró tensa por un instante. Movió la cabeza y salió de la habitación sin esperarle.

No quería dar explicaciones acerca de lo que estaba pasando, no tenía palabras para expresar lo difícil que era vivir con tantos residuos del pasado en su corazón.

Levantó la barbilla enderezando los hombros mientras caminaba por el pasillo hasta la galería de la que era dueña y que fue por mucho tiempo la única forma de salvar su vida de él caos al que se sumió por un par de años. Se aferró a su bolso y miró la puerta de cristal ansiosa de salir. Necesitaba aire, respirar.

SAGA KING 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora