Recuerdos de domingo

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Los días habían pasado rápidamente y ya era domingo, día en el cual el pelinegro debía volver a Hawkins, ya que al día siguiente tenía clases y su viaje era largo.

Para Eleven y Will pasar ese fin de semana con él fue lo mejor, realmente lo extrañaban, al igual que a los demás. Mike debía marcharse temprano, al amanecer, ya que su madre le ordenó que debía estar descansado para sus clases del lunes. Ese había sido el trato.

Una despedida se volvió a asomar, mientras Mike se despedía de su novia, llenándola de besos en la cabeza ella no hacía nada más que soportar las ganas de llorar. No se iba a derrumbar, no delante de él.

— Oye, mi amor. — Dijo levantando el rostro de la castaña.— Te prometo que volveré pronto, ya falta poco para acción de gracias. — Dijo esperanzado.

— No quiero perderte otra vez Mike. — Susurró con la voz rota.

— No me perderás. ¡Es una promesa! — Dijo levantando su dedo meñique.

— Una promesa. — Y ella entrelazó el suyo. — Te amo. — Y se fundieron en un abrazo.

Duraron así un par de minutos, hasta que Joyce los interrumpió, diciendo que el taxi que lo llevaría a la estación de autobuses, ya estaba afuera de la casa esperándolo.

Se despidió nuevamente de Eleven, luego de Joyce, Jonathan, y por último pero no menos importante, Will. Un largo abrazo por parte de ambos y una mirada triste, por parte de Will.

Mike le prometió volver para Acción de Gracias, y jugar una larga partida de D&D. Ya que la noche anterior la pasaron juntos y Michael se disculpó por dejarlo de lado por su novia.

(...)

Habían pasado un par de horas desde que el pelinegro se había ido. Los hermanos estaban realmente aburridos, como todos los domingos por las tardes en las cuales se dedicaban a hacer prácticamente... Nada.

— ¿El? — Se asomó el castaño por la puerta de la habitación de su hermana. A lo cual ella contestó haciendo el sonido de un "hmm." — ¿Qué hacías?

— Lo mismo que todos los domingos.— Le hizo una seña para que se recostara junto a ella en la cama.

— ¿Haz encontrado una nueva? — Preguntó curioso.

— No, pero a esa le encontré otra forma. — Dijo señalando el techo de su habitación.

Cuando se aburría junto a su hermano trataban de buscar o imaginar figuras en el techo de madera, podían pasar horas juntos haciendo eso.

— Parece un perro. — Dijo la castaña seguido de una risa.

— El... — Soltó seguido de un suspiro.

— ¿Sí?

— ¿Te has imaginado como sería nuestra vida si... si Hopper aún estuviera aquí? Con nosotros.

— Cada noche Will. — Dijo la menor volviéndose a él. — Nos imagino a nosotros cinco juntos. Siendo felices. — Esbozó una sonrisa triste. — ¿Sabes? Él no era tan rudo como demostraba.

— ¿No? — Preguntó curioso. — ¿Como era?

— Era alegre, siempre despertaba de buen humor, ponía música y nos poníamos a bailar mientras él hacía el desayuno. Los viernes eran nuestros días, veíamos películas hasta quedar dormidos, y los sábados hacíamos juegos de mesa. Y los días como hoy, solíamos sentarnos afuera de la cabaña a tomar un helado, excepto si hacía frío. — Dijo con melancolía. — Realmente lo extraño. — Y la primera lágrima rodó por su mejilla, sin darse cuenta. — Nunca peleábamos, o bueno, casi nunca, la última vez que lo hicimos hice explotar todas las ventanas de la cabaña — Dijo recordando aquella pelea, la vez que ella escapó de casa para buscar a Wheeler.

— Se nota que te quería, El. — Pasó su pulgar limpiando la lágrima de su hermana. — No lo sé realmente, pero siento que pronto volverán a estar juntos.

— Eso espero, la llamada del otro día me dejó pensando. — Dijo casi en un susurro. — Sólo espero que esté bien.

— Es fuerte, como tú. — Le dedicó una sonrisa. — Ven acá. — Dijo tomando a la menor para abrazarla. — Te quiero hermana, gracias por salvarme tantas veces.

— Yo te quiero a ti también. — Dijo separándose del abrazo. — Pero no te pongas tan cursi Byers. — Dijo riendo.

— Trataba de ser un buen hermano. — Dijo haciéndose el ofendido.

— Entonces como eres un buen hermano... — Dijo esbozando una sonrisa. — ¿Que te parece una partida de Monopoly.?

— ¡No! Eres una tramposa en ese juego. — Dijo él menor. A lo cuál Eleven hizo un puchero. — Bien, vamos, pero si haces trampa, nunca más volveré a jugar contigo.

— Siempre dices eso, Will; y yo no hago trampa. — Dijo mientras salían de la habitación.

Así iba concluyendo su domingo, que al final de todo no iba a ser tan aburrido como pensaban. Will y Jane se llevaban bien, y sus peleas no iban más allá de los juegos de mesa. Joyce los observaba jugar desde la cocina mientras preparaba la cena, y no podía estar más feliz que sus hijos se llevaran tan bien.

Cartas a papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora