Apenas había podidocerrar los ojos. Tuvo que recoger todo lo del niño, desde jugueteshasta ropa, doblarla y llevar o a lavar o a sus gavetas. La mayoríadel tiempo el día se terminaba en cuando comenzaba, había tanto quehacer atendiendo al pequeño Fernando, ayudando a la señora Graciaen sus cuidos personales, sumándole la casa y todas las necesidadesque esta exigía, desde limpieza hasta orden, siguiendo con lacomida, tenía suficiente trabajo para que el día pasara a granvelocidad sin descuidar por supuesto al bebé de tres años. El señorllegaba pasadas las seis y salía antes de la siete, a él lo atendíacon charlas. Le pedía que le hablara en italiano para no olvidar sulengua y ella lo complacía, eran conversaciones breves, el clima,los juegos de Fernando, pero a él le parecía bien considerando quevenían de la joven de servicio.
Estaba cansada casitodo el tiempo pero agradecida del trabajo en Madeira, así podíaenvían dinero a Italia y ayudar a sus hermanos. En buena horaAndrea, la hermana del señor Fernando la había recomendado.
Apenas se habíarecostado en la cama y cerrado con pesadez los ojos cuando el llantodel niño la despertó, le costó despegarlos, eran días calurosos y apenas tenía un pequeño ventilador rígido en los pies de la cama.Aun sabiendo que a esa hora de la noche los padres se ocupaban porcompleto del niño se incorporó. Fernando raras veces lloraba,quizás ante un dolor, pero usualmente sus noches eran corridas desdeel año y medio de edad.
Vanda buscó la bata enlos pies de la cama, dormir desnuda era lo mejor en esa época delaño, además la casa era pequeña y de techo bajo, el calor seencerraba em su habitación sin ventanas, suerte que pudo convenceral señor Fernando de darle al bebé la recamara que tenía balcón,cambiar las cosas de los cuartos costó un poco debido a la pocaayuda de la señora Gracia pero cuando al fin el niño se ubicó ahípasó mejor los días, entraban ráfagas de aire potente que lealborotaban los rubios cabellos y muchas veces hasta le aguaban loslindos ojos de mar.
Algunas noches Vanda sequedaba dormida en le mecedora luego de leerle algo para que sedurmiera, desde pequeño a Fernando le gustaron los cuentos degranja, así que ella misma los conseguía y se deleitaba viendo elentusiasmo en sus pupilas. Cuando con la boca seguramente muy abiertael señor le tocaba el hombro se sobresaltaba y corría a su cuarto.Hasta en las temporadas de frío este cuarto era el mejor.
Tenía cabello grueso ycastaño, lo recogió en una cebolla y se levantó, habían pasado unpar de minutos y Fernando seguía llorando. Se detuvo tras la puertay paró el oído, como pensó, la señora Gracia discutía de nuevocon su esposo y lo más probable era que por la misma razón.
Tomó aire y abrió lapuerta, rechinó pero no se voltearon a verla, Vanda había aprendidoen estos casi dos años a ser invisible, sobre todo para la señoraGracia, de manera que cuando cruzó la salita y se dirigió al cuartodel niño nadie la vio y ella no vio a nadie, trató de desactivar eloído también, lo que ellos dijeran no debía interesarle y sialguien le preguntaba, y ese alguien siempre era Andrea, la hermanadel señor, ella mentía y nunca le contaba que su cuñada no queríaque su hermano trabajara la tierra, que lo veía como un empresario yhasta lo impulsaba a pedir su ayuda para trabajar en el negocio debienes y raíces que era como los Limongi se mantenían en Italia yahora en Portugal.
Para Vanda comer comocomía era suficiente, el par de vestidos y los únicos zapatos eranuna bendición, entendía sin embargo, que la señora deseara otravida, sobre todo después de esos días en los que el señorFernando llegaba suco, con uñas llenas de tierra, botas que dejabanmarcas en toda la casa y cuando seguido se dejaba caer sobre lassábanas y no había voz ni fuerza que lo despertara.
Pero lo mejor era nocontar nada, Andrea era explosiva y podía costarle el trabajo,calladita estaba mejor. Además Fernando la necesitaba, cuando la vioentrar al cuarto calló pero ya tenía las mejillas mojaditas y losojos enrojecidos, además de la rojita boca en pucheros.
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Más allá de Betel
Любовные романыYvonne y Ensuan deciden visitar Madeira tras enterarse de la enfermedad del padre de ésta, enfrentando los retos familiares que ya una vez la alejaron de allá.