De mi tipo

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Mentía. Sus pestañas rizadas, sus cejas pobladas, la onda de su cabello y su naricita bonita decían que mentía. Que ese Antonio algo más le dijo y ella le dijo a él, se bajó cuando vio que veníamos y ella no pudo detenerlo, aunque no quisiera detenerlo pero si necesitara una explicación. Pero a fin de cuentas ella mentía. Quizás él no mentiría.

Después que vi a Graciela, conversé con mi suegro y tomé mi copa de vino portugués, de Madeira, cerquita de ahí pisando esas uvas. Fui al comedor guiado por mi cuñado que lucía cansado, con la misma ropa del día y una copa también. Y digo que él no mentiría, a Antonio me refiero, porque cuando Yvonne apareció con el cabello mojado, sólo máscara en las pestañas y brillo labial él no disimuló su alegría. Era bien parecido, sus ojos eran claramente un reflejo de admiración hacia mi esposa entrando al comedor donde ya estaba su hermana un poco más arreglada, con sus ojos maquillados y su boca en tono rojo, cenar en esta casa era de lujo, vestía también una braga de seda entre naranja y amarillo, era bonita, joven y bonita, pero su esposo observaba a la trigueña con un ligero vestido blanco cuyas caderas no escondía y el brillo de una tobillera plateada la hacían ver muy sexy y deseable.

Este muchacho pedía a gritos una conversación conmigo para apagar esas chispas.

-Buenas noches. –Saludó a todos, detrás de ella apareció mi suegro.

-No sabes Fernando... –Atajó con volumen alto el dueño de la casa con una apariencia fresca, muy fresca para haber sufrido un infarto recién.

-No ¿qué?

-La pequeña ha cenado de mi mano, ¡que buen apetito tiene! Después ayudé a lavarla y colocarle el pijama.

-Todavía no se recupera del viaje y el cambio de horario. –Aclaró Yvonne.

-Buenas noches ¿comemos? –Yvonne ya estaba junto a mí y a pesar de que quería encararla, la voz de mi elegante suegra me alertó. Aunque apareció con una expresión muy seria al principio luego suavizó y mostró sus dientes bajo un labial crema. Su cabello iba suelto, tenía hebras plateadas que hacían juego con las rubia y toda ella era como diría mamá, una Doña y siempre las Doñas son muy malas.

-Gracias, mi amor ¿Dónde has estado el día de hoy? –Mi suegro era uno de esos casos en donde o no se daba cuenta o no le importaba lo que su esposa provocara en las personas que los rodeaban porque no le interesaba llevar las riendas, eso era trabajo de ella.

-Pido disculpa a usted Ensuan. –Ni se molestaba en hablar español-He tenido que averiguar por los exámenes de Fernando posteriores a su dada de alta.

Yvonne me miró dudando que la entendiera.

-No se preocupe. –Sonreí mostrando el gancho de mis blancos dientes, lento para no enredarme con ese portugués que escuchara hoy en Limongi-La verdad ni siquiera lo noté, Fernando me mantuvo ocupado.

Silencio tenso. Hasta la señorita que arreglaba la mesa chocó unas copas.

-Así es. –Fernando hizo un gesto con la mano para que nos sentáramos. –Y resultó muy bueno como me dijiste Yvonne, pienso sacarle el jugo a sus conocimientos, hace tiempo no tengo a alguien de confianza.

Otro silencio pesado. Asentí aceptando tanto elogio, como propuesta.

Yvonne no fingía felicidad, estaba feliz, entre su familia y conmigo ahí en el comedor de su casa.

-Tienes mucha gente de confianza Fernando. –Ya la doña se encontraba sentada frente a su esposo en el extremo opuesto, Fernando a su derecha, María y Antonio y frente a ellos Yvonne y yo, como si fuese la cena de una embajada.

-No desde hace tiempo mamá.

-Pero no creo que Ensuan la pase bien, no ha venido por eso o para eso.

Más allá de BetelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora