No podía ocultar que estaba nerviosa. Decidí regresar a casa de inmediato. Graciela, mi pequeña Graciela no era una amenaza para nadie en la Madeira de la casa grande, entre los Teixeira y mucho menos para que se mantuviera el matrimonio de mi hermana, su continuidad matrimonial o la herencia sanguínea que estos pudieran desear dejar. Mi hija era sólo eso: la niña feliz de Betel, la amiga de Catalina, Irene y Georgina, la que Leo y Liborio cuidaban y consentían. ¡Era la hija de Ensuan! Y la nieta de una celosa abuela.
-No tienes por qué preocuparte de esa manera, no quise alterarte, sólo dejar claro que mi vida no ha sido fácil junto a tu hermana
-¿Y qué culpa podemos tener nosotros?
-¿Ustedes? –Se hincó de hombros y rió-¡No! Sólo tu Yvonne.
-Por lo que dijiste sentí que María nos culpaba por traer aquí a una creación que ella no ha podido logar. –Golpeé el volante.
-Bueno sí pero...
-Y que así como se desmayó en la mañana puede caer en un estado de locura...créeme yo he visto en este último tiempo a personas que les sucede eso.
-Yvonne no exageres. –Volvió a reír incrédulo de lo que yo insinuaba-Esto...tu hija, tu esposo estarán bien, mira...reduce la velocidad-Ya llegábamos a la entrada de la senda a la casa grande. Negué con la cabeza.
-Ni siquiera me traje teléfono, salí sin él, si algo me quisieran avisar...
-Yvonne relájate, no salimos ni dos horas.
-Lo sé. –En este camino si disminuí la marcha. –Antonio...nosotros no somos una amenaza para su estilo de vida de aquí.
-No se trata de ustedes te lo repito Yvonne. –Dijo serio. –Eres tu...María sabe...-Suavizó su voz pero no había manera de decirlo suave. –que estoy enamorado de ti.
Frené de golpe. Fue un duro frenazo del que me aferré al volante y lo miré boquiabierta mientras él se estabilizaba pero no dejaba de mirarme.
-¡Tu no estás enamorado de mí Antonio-Se encogió de hombros otra vez y me sostuvo la mirada, sus ojos...brillaban-tu eres el esposo de mi hermana ¿de dónde sacaste eso?
-Cálmate Yvonne, sé que eres feliz en tu matrimonio, sé que no tengo posibilidades.
-¡No, claro que no las tienes!
-Entonces todo sigue bien, te esperan días aquí...ah, ahí vienen...
-¿Quiénes? –Grité y vi como se quitaba el cinturón.
-Tú esposo y tu hermano. –Abrió la puerta y salió, al mismo tiempo de la camioneta de Fernando bajó Ensuan y miró hacia mi auto, no se cruzaron pues Antonio tomó el camino entre los árboles, así que sólo escuché el portazo que me obligó a reaccionar y ver a Ensuan dentro del auto, mirándome.
-Tu auto. –Ahí estaba esa mirada.
-Sí.
-¿Dónde está Graciela? –Miró atrás y después a mí.
-Dormida, la dejé dormida en la casa y fui a revisar las siembras.
-¿Y qué pasó con él? ¿por qué se bajó aquí?
Fernando tocó corneta y tuve que arrancar.
-Decidió revisar otras cosas.
-¿Fuiste con él a ese lugar?
-Sí, no fue que nos pusiéramos de acuerdo ni nada...
-¿por qué estas nerviosa? –Saqué el pie del acelerador, en menos de dos minutos estaríamos en la entrada de la casa grande.
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Más allá de Betel
RomansaYvonne y Ensuan deciden visitar Madeira tras enterarse de la enfermedad del padre de ésta, enfrentando los retos familiares que ya una vez la alejaron de allá.