-¿Limongi?
-Sí, es el apellido de papá, ¿no sabías?
Me sentí avergonzado, cuando me casé con su hermana sólo me importaba su nombre, su edad, como hacer para llevarla a casa, me conformé con Yvonne Teixeira, nunca busqué su pasaporte, ni el acta de matrimonio, ni el árbol genealógico, no actué como ella que siempre le interesó el mío, pues entonces nombre de mi esposa...
-Aquí es al contrario, llevan el apellido de la madre primero ¿o pueden escoger?
-No, llevamos el apellido de las madres, después de todo venimos de ellas. –Respondió con gran soltura sosteniendo una puerta de vidrio con el nombre y cedulación de la compañía de la familia.
Mi esposa entonces se llamaba entonces Yvonne Teixeira Limongi.
-¿Y el apellido es...
-Italiano. –Completó y me guió por una recepción azul tenue con beige donde una recepcionista de cabellos castaños lo saludó con un gesto y una medio sonrisa. –El abuelo era italiano, conoció en un viaje que hizo a la isla a la abuela, se enamoraron, tu sabes...-Siguió por un pasillo amplio con puertas de vidrio a los lados donde más mujeres parecidas a la recepcionista lo saludaron con el mismo gesto, si acaso un par de hombres vi. –Ella y el abuelo de casaron regresaron a Italia y después de que papá tenía once años y la tía Andrea nueve decidieron erradicarse aquí, en Madeira. –Abrió una puerta con su nombre en medio y me indicó pasar, era amplia, luminosa, escritorio y cuatro sillas cómodas, nada más. El lujo era el espacio y la vista, se podía ver la ciudad que acabábamos de recorrer, el tráfico, la gente. Ah, también había un minibar.
-No sabía que tenían una tía.
-No nos frecuenta, temo que no soporta a mamá, siempre que nos visita pasa tiempo con su hermano o prefiere charlar con Vanda.
Su sinceridad me incomodó.
-¿Y ella es parte de esto?
-No. Sólo papá. ¿Quieres algo de tomar?
-No gracias. –Era muy temprano aún, él si se sirvió una copa de vino tinco.
-¿Qué te gusta tomar?
-¿A esta hora? Jugo de naranja.
-Bien. –Tomó el teléfono y hablo-Marsella un vaso de jugo de naranja ¿frió? –Me miró y asentí. –Frío, por favor.
-No era necesario. –Dije apenas colgó un poco avergonzado.
-Lo es. Eres nuestro invitado.
Caminó hacia sus papeles.
-¿Poseen un piso completo?
-Sí. Este es un edificio empresarial de diez pisos, es pequeño, bien ubicado, al principio papá atendía los negocios desde la casa, luego la tierra fue muy buena con nosotros y pudimos comprar la actual casa que habitamos, más cerca de las siembras, lo cercamos todo y más tarde restamos este piso.
-Cuando dices pudimos en realidad te refieres a tus padres, estaban ustedes muy chicos.
Tras empujar la puerta apareció la tal Marsella, cara redonda como su figura, ojos vivaces marrones y boquita graciosa, traía el jugo.
-El jugo es para él Marsella. –Fernando me señaló con ese gesto habitual seco hacía los demás, excepto para Yvonne y Graciela. –Es el esposo de Yvonne.
Había estado tanteando mi portugués antes, Fernando cortésmente hablaba lento pero sabía que esta mujer con hoyuelos bonitos también en las mejillas no haría lo mismo.
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Más allá de Betel
Roman d'amourYvonne y Ensuan deciden visitar Madeira tras enterarse de la enfermedad del padre de ésta, enfrentando los retos familiares que ya una vez la alejaron de allá.