Salir

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Aire. Aire era lo quenecesitaba para saber que estaba vivo, y eso lo tomaba. Aire. Estabatan frío, su visión nublada, el corazón muy agitado, la gargantamuy seca, casi llena de una tierra fantasma, las manos entumecidascomo el resto de su cuerpo frío, ese aire era tan poquito pasandopor sus vías, todo era muy extraño ahora, como se sentía nos ehabía sentido jamás, era estar ahí pero no estar. A escasas horaso tal vez eran muchas horas de haber sido apuñalado por su esposa.

Cuando cayó al pisodel baño si acaso sus oídos quedaron medio despiertos, el cuchillomuy filoso entró y salió. María de Lourdes era derecha, pequeña,con la fuerza del odio si, y eso lo hizo sangrar mucho, también ledolía pero con lo poco de energía que le quedaba, sin contar que nopodía apoyar las piernas por el terrible dolor que esto le producía.Apenas pudo alcanzar la toalla al lado del lavamanos y eso porque eralarga y como pudo la colocó sobre la herida, después de eseesfuerzo volvió a caer en la inconciencia.


Ahora escuchaba pasos.Si sabía que había oscurecido y ahora era de nuevo de día. Tratóde mover las piernas, ¡nooo, terrible dolor! Cada vez que lointentaba su cuerpo se negaba, su corazón se aceleraba, debíarecobrar el aliento, ella estaba afuera. ¡Ella! Su asesina, porquede haber tenido suerte estaría muerto y probablemente ahora loestaba y esto era una especie de cielo. ¡No, que estupidez! ¿En quéclase de cielo habría tanto dolor? Lo que si era cierto es queestaba agonizando, muriendo poco a poco, sin la fuerza paralevantarse, sin la oportunidad para salir de ahí porque ella se loimpediría, in la capacidad para gritar y si lo hiciera nadie loescucharía desde el baño, ella entraría, le taparía la boca ypeor aún volvería a utilizar ese cuchillo con el que muchas vecescortaron queso y carne. Encerrado pues a gusto porque el cerrojoestaba por dentro.


Garganta seca. Tragóseguido para conseguir líquido. No tenía. Ya no. No había mássangre regada reciente, toda la que estaba era vieja. Por la ventanaestaba veía que estaba oscuro, era de noche otra vez, afueraescuchaba ruido, ¿veía televisión? ¿Cómo? ¿Quién era esamujer? ¿Qué clase de persona se quedaba tan tranquila ante elcrimen que acababa de cometer? Tenía que moverse, había dolor, perosus brazos, tenía que moverlos sin causar ruido, aprovechar el deltelevisor para arrastrarse. Para ella era un hecho. Él estabamuerto. Su visión no había cambiado, tenía lágrimas en los ojos,había llorado, cuando caía en la inconciencia pasaban horas, no eraese ratico que pretendía, n, eran horas y con esa horas, días, díasen los que su esposa sonaba cubiertos, iba al otro baño, veíatelevisión pero no hablaba, sólo a veces y era para maldecir. Podíarecordarla con la coleta larga y lacia, saliendo de la casa parasalir con él, en ese tiempo él estaba tan, tan feliz, había sidoaceptado por la familia, la madre era la más difícil de convencerresultó no serlo tanto ahora que la hija mayor ya no se casaba.Habían pasado una mala experiencia con ella, quien ahora eraprácticamente su mentora, y necesitaban un evento para levantar elánimo de la familia, así que él era el novio y María de Lourdes,la preciosa novia de cabellos rubios y azul mirada dulce que a travésdel espejo ese día se le dibujó diabólica, rabiosa, celosa. Talvez se lo merecía, quizás no la apoyó lo suficiente, tres bebésno era fácil.


Agua. Lo importanteahora era el agua. Si no la tomaba ya, ahora mismo, estaba seguro queno tendría otro despertar. Lo ideal era utilizar el poco de aire quele quedaba en los pulmones para impulsarse y tomar el agua. Cerró elojo derecho para agudizar la visión del izquierdo, podía ver através de la ventana pero no entraba aire, así que sudaba, y elsudor caía en sus ojos. Se dijo cuatro o cinco veces ¡no eres unchico Antonio, puedes levantarte! No se levantó pero sí pudomoverse y arrastrarse. Se tragó el dolor que le causó el primermovimiento y respiró el poquito de aire. Ella estaba afuera,escuchaba el televisor con el canal de la moda, ¿qué pensaba sobrelo que dejó en el baño? Lo muerto se descompone, ¿Qué le pasabapor la cabeza? La gente muerta se descompone, huele mal, y losolores salen a través de puertas, paredes, aire, espacio. ¿Quépensaba hacer luego que esto comenzara a suceder. ¿Sería seintención matarlo cuando enterró el cuchillo en su espalda? ¿Pensóen las consecuencia? O sabía que él se estaba revolcando ahídentro sobre azulejos blancos y negros? De igual manera su prioridadahora era el agua pero la realidad era que el agua más baja quepodía obtener se encontraba en el inodoro. Sentir escrúpulos ahorasignificaría una estupidez, tenía sangre en un costado, pocavisión, nade de energía y afuera una esposa que quería verlomuerto, si lo aceptaba, de lo contrario la puerta se habría abiertohacía días, alguien hubiese llegado para ayudarlo, ¿qué pensaríantodos? Que salió huyendo de Ensuan, acobardado por los golpes que ledio. Eso no era nada comparado con la zanja en su espalda, con lossonidos ahogados entre su nariz y su garganta seca y el mayúsculoimpulso que tomó para prácticamente meter la cabeza en el inodoro.

Más allá de BetelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora