Una vez que la tomépor el cuello y la apreté volví a respirar. Su falta de aire era mioxígeno.
No había mucho deheroísmo en eso, lo sé. Pero si me consideraban un salvaje este erael momento para demostrar que si podía llegar a serlo.
No tengo idea que hacíami cuñada mientras crecía, pero era buena con las ideas de autos,bates, las manos y ahora las armas. Cuando apuntó a mí no me tuvomala puntería, yo me cubrí con la Virgen subida a un altar. Eldisparo le voló una mano. Todos se echaron al piso y quedédescubierto. Mi cuñada viendo que me escondí apuntó a su esposo yéste miró a la derecha, luego a la izquierda, pensó en Yvonne y mihija en aquel momento en el que casi pierde la vida él, en el quecasi lo rematan, segundo intento. Su esposa se regodeaba viéndolonervioso así que aproveché para rodear el altar y llegarle de lado,claro que volvió a disparar alertada por Antonio pero yo estaba muycerca para que acertara y para colmo le dolían las manos. Entoncesfue cuando la tomé por el cuello...y apreté.
–Eras lo que faltabaen la reunión cuñadita.
Fernando me tomó porel brazo para que la soltara. Ya casi perdía el color y cuandoapareció la policía entendió porque mis manos se tatuaban en sucuello.
El tal Joao se portócomo un caballero. Se levantó y acomodó a mi esposa, su madre, mihija y a la secretaria. Luego calmó los ánimos de los que losrodeaban y espantó a los mirones.
Fernando y Antoniotomaron a la peligrosa María y no les quedó otra que entregarla alas autoridades que ahí cuidaban la celebración de la Virgen. Apesar del dolor en sus manos se defendió para la soltaran, miraba asu madre pidiéndole ayuda pero esta vez la doña si estababloqueada. Frente a todos había quedado evidenciado que Yvonne dijola verdad. Joao le pedía explicaciones y las damas del bordado juntocon las amigas de Yvonne la ayudaron a calmarla a ella a la pequeñaGraciela que no paraba de llorar.
Salimos de ahí todos.La familia entera, destruíos. Asustados. Yo pude haber caído.Yvonne y Graciela morir a manos de su familia. Aunque se oponía, lasubí al auto de Fernando y me quedé.
–¿Qué? No Ensuan,no te quedes. –Yvonne volvió a bajar nerviosa.
–Tengo que hacerloYvonne, me quedaré con Antonio y daré parte a la policía de todolo que ha pasado.
–Deja que ellos lohagan. –Me tomó el rostro entre sus manos frías y temblorosas.
–Yvonne escúchame.–Le besé la frente y la abracé, temblaba, creo que habíanacabado con su entereza. –yo tengo que quedarme y dar parte. Ahídentro están tus padres mintiendo sobre nosotros. Las personasespeculando si ella o nosotros decimos la verdad. Mañana nos vamos yno es justo que dejemos todo así, en manos de otros. –Miré aAntonio.
–Yo me quedo con élYvonne. –Declaró Fernando. –Tiene razón. Ahí veremos cómoquedan las cosas.
Adriana condujo y lasvi alejarse. Entramos de regreso Antonio, Fernando y yo dispuestos adecir la verdad y de alguna manera...hundirlos.
Nohubo ninguna satisfacción al hacer lo que se debía hacer.
Al narrar los hechosquien daba mucha lástima era el padre de Yvonne. Entiendo ahora delo que somos capaces los padres por las hijas. Yo llevaba la mía enbrazos por el pasillo del avión. Se aferraba a mi cuello acobardadatodavía por los hechos del día anterior. Adelante, con gafasoscuras y muy nerviosas mi hermosa esposa. Había llorado tanto queno podía mostrar los ojos. Cuando llegamos en la noche aldepartamento de Adriana, las miradas femeninas estaban llenas deangustia esperando le contáramos todo lo ocurrido. Antonio se portómuy bien con su esposa, para nada contó que ella trató de matarlo,sólo cayó sobre María el peso del intento de asesinato a Yvonne,nuestro hijo en su vientre, y lo sucedido ese día de la Virgen.
La ex suegra trató decambiar los hechos pero no pudo. Joao De Freitas no permitió que sehablara mal de Yvonne y al señor Fernando no le quedó otra quedecir la verdad. Era confuso, era penoso ver la cara de este padreque prácticamente perdía a tres hijos en un instante.
Mi torpe portugués mesirvió para apoyar lo que Fernando declaraba a la policía, ahoramás que nunca deseaba regresar a Betel, deseaba no haber salidonunca.
Mi ahora nueva suegrano quería para nada salir de Madeira, quería estar con Yvonne perono quería dejar a Fernando. Aun así caminaba junto a nosotros porel pasillo del avión esa tarde.
Ambas caras parecíande funeral, sólo esperaba que literalmente este avión volara acasa.
Distinto a la venida,Graciela tomó asiento junto a su recién conocida dulce abuela yatrás nos acomodamos Yvonne y yo.
Silencio total. Nada decomentarios. Aquellos nervios que semanas antes nos comían el cuerpollegando a Madeira ahora eran un mal recuerdo. Indiferencia total poresta tierra a la dudo mucho pudiéramos regresar.
La abracé en elasiento ahí junticos despegamos. Nos fuimos. Dejamos atrás a unmuy triste Fernando y a una confundida Adriana.
Las horas de vuelovalían cada ratico, tan sólo saber que íbamos a Betel, a casa,como familia.
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Más allá de Betel
RomansaYvonne y Ensuan deciden visitar Madeira tras enterarse de la enfermedad del padre de ésta, enfrentando los retos familiares que ya una vez la alejaron de allá.