X ⸺ El arco blanco

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Abrí los ojos lentamente y pestañeé un par de veces.

Dejé escapar un lánguido suspiro para después erguirme lentamente al mismo tiempo que me desperezaba

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Dejé escapar un lánguido suspiro para después erguirme lentamente al mismo tiempo que me desperezaba.

Había amanecido temprano aquel día.

Me puse en pie y me estiré mientras me acercaba al baúl donde guardaba mi ropa, para cambiar la camisola con la que solía dormir por algo más apropiado para empezar el día.

Cogí unas calzas marrones, las cuales tendría que remendar de nuevo por la parte de las rodillas, y una camisa gris de manga larga.


Me vestí con lentitud. No era una persona animada por las mañanas, todo sea dicho.

Una vez ataviada, salí de mi habitación para coger algo que llevarme a la boca como desayuno.

Me serví un vaso de agua mientras hacía memoria de la comida que aún tenía en casa.

Recordaba haber dejado algo de conejo de la cena de anoche, y sabía que tenía un par de patatas aún en la olla, así que lo puse todo en un plato, me senté a la mesa y comencé a comer.

Al momento caí en la cuenta de que había olvidado el vaso de agua sobre la chimenea.

Bufé de mala gana mientras hacía un pequeño amago de alzarme, pero al sopesarlo varios segundos, volví a sentarme.

Centré la vista en el vaso de madera sobre la repisa de piedra negruzca que coronaba la chimenea, y alcé ligeramente el brazo hacia el pequeño recipiente.

Sin tardar, el vasito comenzó a moverse ligeramente hasta que, finalmente, se elevó de la repisa, y con suma gracilidad, llegó hasta mi mano.

Cogí el vaso, di un sorbo de agua, y tras dejarlo de nuevo sobre la mesa, continué comiendo de mi plato.


Habían transcurrido dos meses y puede que algo más, desde mi encuentro con Kaira.

No voy a mentir.

No creía nada de lo que dijo sobre ese gran porvenir que me esperaba. Estaba bastante convencida de que aquello solo fue para hacerme querer vivir de nuevo.

Pero sabía que aquella mujer tenía razón en algo.

Mi madre nunca hubiera querido que me rindiera de aquella manera.


Así que, no lo hice.


Poco a poco comencé a comer mejor, sin necesidad de que Gaius me forzara a ello.

Empecé a ocuparme de la casa otra vez. Limpiaba de vez en cuando, volví a cuidar el huerto moribundo que había tras la casa, incluso aprendí a cazar...más o menos.

Merlín  ⸺⊱ THE SUNSTONE ⊰⸺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora