El repentino contacto, la suavidad de sus labios, el cosquilleo que le produjo su barba, el olor embriagante de esta, la extraña combinación de sabor a vino, café y un cigarro fumado horas atrás, le hicieron perder la poca sensatez que habitaba en su cuerpo, la mezcla de sabores y olores le resulto adictiva en ese instante, tanto que de repente se sintió mareada y claramente ya no por las copas que tenía encima. Inevitablemente cerró los ojos y segundos más tardes el choque torpe de sus narices llegó a recordarles lo que hacían, como si ellos no lo hubieran notado, además le ofreció a ella la oportunidad de alejarse de la tempestad, pero la mano de él viajó por la espalda femenina hasta la nuca a avisarle que ya había sido derrotada en esa batalla que apenas iniciaba.
En un arrebato, otro, la atrajo más a su cuerpo queriendo hacerse parte de ella, pero esta vez desde lo más inocente de la expresión y los escasos segundos que se vieron separados fueron compensados cuando él volvió a besarla, pero ahora con fervor, y así, con un par de movimientos de sus labios se abrió paso entre los de ella hasta que logro que su lengua sedienta chocara contra su húmedo paladar al entrar. Las manos de la rubia recorrieron la amplia espalda masculina hasta perderse entre su cabello, por primera vez luego de tanto tiempo se permitió ser irracional; se levantó del sofá en el que ni siquiera tuvo conciencia de cómo llegó y sin despegar los labios de los ajenos, para ese entonces también su lengua que se había sumado a la de él, se subió a su cuerpo sintiendo como él la recorría cuando se había acomodado sobre su regazo. El tiempo no se detuvo, la canción que sonaba de fondo seguramente no tenía nada que ver con lo que ocurría, no había nada romántico en el encuentro, era más bien algo... ¿pasional? Que los estaba quemando por dentro, pero en la vida real no todo puede tan bueno y cuando sus narices chocaron por segunda vez en esa ocasión, la sensatez le caló hasta los huesos y la borrachera pareció esfumarse en cada respiración de la rubia.
- No - susurró con la frente apoyada en su pecho sintiendo el latir frenético de su corazón tan desbocado como el de ella - Manuel lo siento - se levantó sin siquiera poder mirarlo, a pesar de no haber sido ella quien había iniciado el encuentro.
- May - logró articular por fin mientras se levantaba y se acercaba a ella observando sus rosados labios entreabiertos.
- No Manuel, no digas nada - peinó un poco su cabello con desesperación y lo observó por fin - estamos tomados.
- Ay por favor Mayte no nos justifiques - ella levantó la mirada incrédula sintiendo como crecía en ella unas ganas de golpearlo, como si necesitará de algo más para complicarse la vida - lo siento, es la verdad yo si quise hacerlo y no tiene nada que ver con que haya tomado o no.
- Sólo estás hablando tonterías, lo mejor es que te vayas.
- ¿Y qué me pase algo allá afuera? Tú me ofreciste tu casa hace escasos minutos.
- Eres un experto en la manipulación - lo acusó mientras se alejaba molesta.
- ¿A dónde vas?
- Por un café para que se te baje el alcohol y te puedas ir.
- ¿No que era un mito? señora sabelotodo - mencionó siguiéndola.
- ¿Puedes dejar de repetir todo lo que dije para usarlo en mi contra? Estaba tomada
- ¿Ya no? - se acercó y ella rodeó la isla de la cocina para alejarse.
- Bueno ya, para - él la observó desde donde estaba con una sonrisa que ella interpretó como burlona - no me parece gracioso lo que estás haciendo - se alejó desesperada.
- May espera - la siguió y sostuvo por el brazo en cuanto la alcanzó - perdón no quise incomodarte - la hizo girar y ella levantó su mirada cristalina, en otra ocasión ella se hubiera prestado para aquello pero últimamente no salía ilesa de los juegos de amoríos en los que había apostado y ya no le resultaba llenador perder la tranquilidad y luego luchar por volverla a recuperar - perdón no quería que te pusieras así - mencionó apenado tomando sus rostro entre sus manos - lo mejor será que descanses, perdóname ¿Si?