— ¿Hay algo que pueda hacer para cambiar el final de esta historia?
— Nada — susurró observándolo con algo de pesar — porque esta historia ya tuvo su final hace mucho Manuel.
— ¿Y no puedo intervenir? ¿Aunque no me haya gustado? — cuestionó recibiendo una leve negación con la cabeza por parte de ella como respuesta.
— No se puede hacer nada, aunque no nos haya gustado — aclaró alejándose dos pasos de él, dándole a entender que ella tampoco disfrutaba de ese final, sin embargo estaba aplicando la llamada “resignación” con la esperanza de algún día ser un poco más agradecida y dejar de esperar más de lo que la vida le había otorgado hasta el momento — lo mejor será que te vayas y arregles con tu esposa lo que tengas que arreglar, no vaya a ser que dentro de algunos años se encuentren en una situación parecida a esta y ya no haya vuelta atrás, soluciónenlo ahora que están a tiempo.
— ¿Cuántas veces me harás repetirte que me voy a divorciar?
— ¿Cuántas veces me lo vas a repetir sin darme una prueba más creíble que tu palabra?
— Mayte — mencionó acercándose.
— Manuel…
— Solo te estoy pidiendo una oportunidad, no más.
—Es que para ti es solo una oportunidad, pero para mí es mucho más que eso, incluso más que simples noches de desvelos, es poner en riesgo mi estabilidad aun sabiendo que llevo todas las de perder, aunque las noches de risas interminables¸ las tardes bajo tu compañía y los besos con sabor a vino en medio de una buena conversación me hagan creer que soy yo quien está ganando.
— Mayte yo también me estoy arriesgando a perder.
— Y no digo que no, pero…
— ¿Una semana? — interrumpió acercándose — ¿un día? Mayte, aunque sea una hora — suplicó sin las más mínimas intenciones de dar su brazo a torcer — déjame corregir este error que aunque no lo creas me ha salido más caro a mí que a ti — confesó con los ojos llenos de sinceridad y la cabeza repleta de imágenes mentales de una vida con ella que él en su momento no les permitió vivir — al perderte a ti, yo he perdido más que tú.
— Manuel a mí no me debes nada de verdad despreocúpate por eso, tu no estas, ni nunca estuviste en obligación de darme nada — aclaró mientras se acercaba a él.
— Es que tú no entiendes — expresó realmente agobiado y sin poder soportar la cercanía se alejó dos pasos de ella — déjame enmendar mis errores, saldar mis deudas, quiero intentarlo y tener la certeza de que si no estás a mi lado es porque realmente no te merezco y no porque fui un estúpido — suspiró pasándose una y otra vez las manos por el cabello — dame la oportunidad de hacer las paces con lo que fui y de entregarte a ti todo lo que merecías, permíteme un mejor lugar en tu vida para guardar nuestros recuerdos.
— Esta bien — mencionó sin pensarlo o quizá habiéndolo pensado demasiado.
— Mayte, pero por favor… me arrodillo de ser necesario, espera… ¿aceptas? — preguntó incrédulo creyendo haber oído mal.
— Acepto, una semana, lléname de razones para seguir pensando que debo perseguirte en otra vida porque en esta nunca será suficiente — la primera razón se la dio en cuanto de un brinco quedo frente a ella y sin mucho preámbulo le envolvió los labios con una delicadeza que casi la rompió, el dorso de su dedo paseo por la húmeda mejilla mojada de miedos y como si fuera algo normal la seco desapareciendo los rastros de humedad y de temor también, los dedos de ella se enredaron en el cabello ajeno peinándolo o despeinándolo más bien mientras se aferraba al anhelo de mejores recuerdos.