Mayte llegó a casa de Isabel todavía faltando más de tres horas para el compromiso que tenía lugar aquel día en el jardín de su hermana. Desde que le habían puesto fecha a aquel encuentro, no había podido dejar de imaginarse durante cada día una escena diferente de lo que resultaría aquella reunión, aunque estaba plenamente consciente de que todo sería mucho mejor de lo que sus expectativas le permitieran idealizarse; su llegada tan anticipada se debía en parte a aquella emoción, del resto era responsable el nulo deseo de estar sola en casa con tantas cosas aún por pensar. Desde la desagradable discusión con Manuel apenas y había logrado volver a sentirse a gusto en la soledad de su casa sin un alguien que, aunque no durmiera en la misma cama estuviera acompañándole, y el hecho de no sentirse capaz de mantener una conversación con Manuel sin sentir que se derrumbaba no ayudaba en nada. Realmente habían sido pocas las ocasiones en las que habían podido conversar sin ir más allá, como aquel día cuando al finalizar la llamada con Isabel, él le había marcado a peguntar como se encontraba y que sabía de Fernanda, porque por mucho que deseara tomar distancia no había podido evitar preocuparse por ella; del resto solo habían conversado en menos de cinco ocasiones y la última había resultado un verdadero desastre que prefería no recordar.
— Mayte por amor a Dios, déjate los dedos o te los vas a romper — la reprendió Isabel, incapaz de seguir ignorando la manera tan poco compasiva con la que su hermana torturaba sus manos durante la última hora.
— Ay Isabel es que estoy muy nerviosa — se excusó revolviéndose el cabello — siento náuseas, ya me dio hasta calor y las manos me están sudando — confesó pasándose estas por su vestimenta para eliminar los rastros de humedad. Su hermana sonrió al borde del llanto, sin duda estaba igual de nerviosa que Mayte desde que aquel encuentro tuvo fecha en una tarde soleada a finales de enero.
— Ya sé chi, pero pobre tus dedos — mencionó riendo — yo siento que mis piernas tiemblan como en nuestra primera presentación... — los pasos apresurados de Alejandra que iba llegando con bastante prisa la hicieron callar y junto a Mayte no tardaron en mirar hacia la entrada que comunicaba el jardín con la casa, de donde salió su amiga minutos después con cara de alivio al encontrarlas sin compañía.
— ¡Alejandra! Que susto nos diste caray — mencionó Mayte mordiendo su dedo índice, que nuevamente sufría los estragos de sus nervios y ganándose una mala mirada de Isabel.
— Perdón, pensé que llegaba tarde... el trafico esta terrible, ni se imaginan — comentó saludándolas de beso y abrazo, siendo un poco más largo el abrazo con Mayte, a sabiendas que no lo había estado pasando bien últimamente.
— Híjole, que bueno que ya llegaste ¿Cómo estás? — interrogó Isabel tomando su mano con afecto sobre la mesa tan interesada como siempre, como si la noche anterior no le hubiera hecho la misma pregunta.
— Muy bien — aseguró palmeando su mano con una sonrisa pintada en su rostro — ¿y ustedes?
— Bien — respondieron a coro las Lascurain desatándose en un par de risas.
— Me alegra saberlo — comentó con sinceridad — ¿Y Joss? No lo vi cuando llegué y él siempre es el primero en salir a atender.
— Por ahí se fue, parece que está enojado conmigo porque ni un beso me quiso dar el chiquillo — aprovechó Mayte para quejarse del "desaire" de esa mañana por parte de su sobrino.
— Ay Mayte que dramática, no más no quería dejar de jugar.
— No Isabel, ni me determinó — reclamó dolida — yo creo que volvió a enojarse como hace unos años por quien sabe qué, así que cuida tu lo que estés hablando de mí que traumas al pobre niño.