El jueves llegó más rápido de lo que había esperado y deseado que llegara, tenía tantos pendientes que resolver aquel día que la noche anterior se la había pasado renegando por darse el lujo de postergarlos y permitir que se acumularan, sin embargo, a diferencia de los días anteriores, aquella mañana despertó sin rastros de aquel mal humor que llevaba padeciendo últimamente y una sonrisa enorme se había colado en su labios desde que sus ojos se abrieron paso en lo que le resultaba una mañana acogedora. Sin señales del cansancio injustificado que la aquejó durante lo corrido de la semana, dio un brinco directo al baño en donde disfrutó de una larga y relajante ducha que la dejó lista para darle cara a aquel día y luego de cambiarse mientras veía menos lejano el deseo cumplido de volver a disfrutar de la soledad, bajó a la cocina donde la esperaba un apetitoso desayuno que comió en un dos por tres. Después de desayunar e informarse un poco de lo que estaba pasando en el mundo, regresó a su habitación para recoger un par de papeles que se había ofrecido a llevar por Fernando a su abogado y un pequeño detalle que había comprado para Joss a modo de disculpa por lo que desconocía haberle hecho al niño que continuaba con aparente molestia hacía ella, y aunque en el instante se encontró con dos regalos que les había comprado a los hermanos Mijares para navidad y que por obvias razones no había podido entregarles, evitó dejarse llevar por el sentimiento que surgió y que la arrojaría directo a donde apenas estaba intentando salir. Cuando quiso bajar ya Sara se había marchado a cumplir al igual que ella con asuntos personales y antes de que pudiera poner un pie afuera de la casa la imagen de Manuel al abrir la puerta la detuvo en seco.
— Manuel — decía su hermana que el dinero y el amor no se pueden ocultar y nunca estuvo tan de acuerdo como en aquel momento que sintió una manada de mariposas en su estómago despertando de manera arrasadora al tenerlo frente a ella, tan guapo como siempre a pesar del cansancio que reflejaban sus ojeras.
— Hola — saludó Manuel, nada lejano a las emociones que ella experimentaba.
— Que sorpresa.
— Perdón, sé que debí avisarte, pero estaba cerca — se excusó mientras regresaba sus manos a las aberturas de los bolsillos, a veces resultaba un poco complicado mantenerlas quietas — pensé que era mejor venir y terminar con esto de una vez por todas.
— ¿Terminar? — cuestionó abrumada.
— No, digo, es un decir — aclaró con rapidez — ibas de salida — pretendió echarle un rápido vistazo, sin embargo, se le fue imposible no detenerse a detallarla luego de tanto tiempo sin hacerlo, hasta ponerla nerviosa.
— No — contestó y él levanto la ceja sin quitarle la mirada de encima, incrédulo de su respuesta — bueno sí, pero no era nada importante.
— En ese caso vengo en la tarde o mañana.
— No — repitió tomándolo del brazo y observándolo a los ojos en una súplica silencioso para que no se marchara.
— En serio no pasa nada, te prometo que mañana vengo.
— Pero ya estás aquí, no tiene sentido que te vayas — aseguró sin soltarlo — pasa, aún tengo tiempo de sobra... por favor.
La expresión seria de su rostro se suavizo ante el tono de su pedido y sin poner más resistencia entró a la casa, finalmente no tenía mucho sentido haber ido hasta allí para hacerle un desplante. Tan pronto como estuvo adentro tomó camino hacía la sala mientras Mayte dejaba en una mesa su bolsa y llaves, y recogía algo de valentía antes de seguirlo.
— Pensé que no vendrías, como nunca llamaste a confirmarme nada — mencionó antes de sentarse, lo bastante alejada para no inquietarse con su presencia.