— Mayte por favor — alegó pasándose las manos por la crecida barba en un claro gesto de desesperación.
— ¿Por favor que Manuel? — replicó frustrada.
— Me estas colmando la paciencia.
— Pero ¿qué? ¿Yo te estoy colmando la paciencia? — rió o por lo menos eso intentó hacer — tú estás colmando la mía ¿quién te crees? ¿Como por que te metes en donde no te llaman? — interrogó sin obtener respuesta — vamos, explícame desde cuando pasó a ser tu problema si hablo o no alguien porque por lo menos yo hasta ahora me vengo enterando que tengo que rendirte cuentas a ti.
— Tu no lo entiendes, esa ingenuidad tuya no te deja ver más allá de tus narices Santa Teresa — ella abrió la boca indignada y agradeció mentalmente el estar a una distancia reservada.
— Manuel cállate ¿quieres? Sorprendentemente cada que abres la boca es para decir algo peor de lo ya dicho... ni si quiera entiendo que es lo que me sorprende — murmuró mientras se marchaba más que resignada con el final inesperado de lo que en un inicio parecía ser una buena noche.
— ¿A dónde crees que vas? — alegó jalándola del brazo y acercándola a él — tu y yo no hemos terminado de hablar.
— ¡Suéltame! — sus miradas se encontraron fijas por primera vez durante aquella discusión, los dos pares de ojos se habían tornado de un café oscuro que por primera vez conocían y estaban tan metidos en aquella guerra de miradas que ni siquiera notaron en que momento fue que dejaron de estar solos.
— ¿Manuel sucede algo? Me pareció oír que discutían — la recién llegada no tuvo reparo en pasear la mirada de uno al otro, como lo había estado haciendo una buena parte de la noche, mirada que ambos prefirieron evadir.
— Nada Lucero, nos dejas solos un momento por favor.
— Pero me pareció escuchar que gritaban ¿sucede algo?
— Lucero por favor, ya te dije que nos dejes solos...
— No pasa nada Lucero, discúlpame por favor — interrumpió aprovechando su presencia para liberarse del agarre de Manuel, estando su esposa ahí no podía evitar que se marchara o por lo menos eso pensaba — fue un gusto verte — comentó mientras le regalaba a ella algo parecido a una sonrisa — permiso, se me hizo tarde y me están esperando — anunció antes de alejarse a pasos apresurados.
— ¿Me puedes explicar qué fue eso José Manuel? — interrogó Lucero en cuanto Mayte se perdió de su vista y notó en su esposo claras intenciones de marcharse.
— Ahora no Lucero — mientras se alejaba apresuraba el paso esperando encontrarla aún cerca y deseando no toparse en el camino a el causante de aquella discusión porque no tendría reparo en decirle unas cuantas verdades en la cara antes de que acabara la noche — te dije que no hemos terminado de hablar — expresó en cuanto la alcanzó frente a su auto lista para partir y no dudo siquiera un segundo en volverla a sujetarla del brazo para evitar que se marchara dejándolo allí con ese mal sabor de boca.
— Me sueltas ya o no voy a tener reparo alguno en hacer que me sueltes — amenazó con su mirada vidriosa producto del enojo.
— Te suelto, pero de aquí no te vas hasta que hayamos hablado — aseguró aún colérico pero dispuesto a bajar la guardia con tal de acabar con el asunto de una buena vez.