Capítulo 31

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— ¿Papi? —la voz de su beba se escuchó al otro lado de la línea, seguido de una respuesta afirmativa de Lucero mientras él esperaba a que la niña se colocara al teléfono para saludarla antes de que volvieran a necesitar de su presencia en la sala de reuniones — Papi — repitió con una sonrisa que a pesar de no poder ver le iluminó aquel día que tan oscuro se había pintado incluso desde antes de empezarlo.

— Hola mi amor ¿Cómo estás?

— Bien papi, en la playa — contestó tan animada que a Manuel no le quedó más que dejar de lamentarse por haber accedido al pedido de su ex mujer de llevarse a los pequeños de vacaciones durante el largo fin de semana, aunque eso implicara no verlos en su cumpleaños.

— ¿Te gusta la playa?

— Si, muchote.

— ¿Muchote? — interrogó riendo y la pequeña asintió seguido de un sonido de afirmación al recordar que su padre no podía verla — que padre que te estés divirtiendo.

— Si.

— Lu felicítalo, papá tiene que trabajar — murmuró su hijo en un mal intento para que él no escuchara.

— No.

— Que sí, es su cumpleaños Lucero ¿acaso lo olvidaste?

— No — repitió considerando si hacerle o no caso a su hermano. Últimamente se le antojaba poco repetir sus acciones y empezaba a sentirse en la libertad de construir su propio camino, y eso incluía tomar sus propias decisiones, cosa que no era de total agrado para su hermano — es una sorpresa, Shhh.

— Pero tienes que decirle feliz cumpleaños porque es hoy la sorpresa — aseguro José, seguido del característico "no entiendes razones" que tanta gracia le causaba a su padre que atento escuchaba la conversación del par de niños.

— Papi

— ¿Si?

— ¡Cumpleaños feliz! — gritó, con toda la intención de contradecir a su hermano y hacerlo protestar.

— Ash, no sabes nada.

— Si sabo ¿verdad papi?

— Si mi amor, sabes mucho, muchas gracias.

— Papá — interrumpió nuevamente José a quien parecía no haberle sido suficiente los veinte minutos de platica que había tenido antes que su hermana.

— Dime hijo.

— Nos guardaras pastel ¿verdad?

— Claro que sí — repitió haciendo celebrar a su hijo una vez más, que envuelto en la emoción salió disparado hacía su madre, con Lucerito siguiendo sus pasos tras dejar el teléfono tirado — ¿Bueno?... Hola.

— Manuel, ya vamos a retomar — le avisó uno de los muchachos asomándose por la puerta y antes de que su teléfono recibiera una llamada más lo apagó y regresó con los demás a aquella reunión innecesaria porque, aunque para nadie es un secreto que una presentación en un recinto tan importante como el Auditorio Nacional requiere el doble de los esfuerzos, su equipo llevaba planificando desde finales del año pasado aquella presentación y por ello a más de uno les resultó un absurdo dicha convocatoria, además ¿que podían ellos entender de la desesperación de aquel hombre de ocupar su mente y tiempo?

Finalmente, aquella reunión no solo le sirvió para olvidarse, momentáneamente, de ella y de todo aquel crecimiento espiritual y oportunidad de renacer que se nos ha dado por atribuirle a los cumpleaños, sino que también, finalizada la reunión a eso de las ocho, vio la oportunidad perfecta de salir a despejarse y aunque no podía sentirse más lejano a aquella emoción propia de las celebraciones propuso ir por una copa a festejar su cumpleaños ¿y por qué no? El aparente éxito que traería consigo aquel Auditorio.

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