Capítulo 29

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Ya te lo había agradecido, pero aprovecho la oportunidad para agradecerte de nuevo por toda la ayuda que me brindas para poner en orden mis pensamientos y por todo el mundo de ideas que siempre tienes para compartir. También lo hago para que quede en evidencia que tienes un 50% de responsabilidad de lo que pase, así que puedem agradecerle y reclamarle a RossTM por siempre ayudar. 🙂❤✨

- ¡May! - entre la sorpresa de Manuel, que había creído entender que su hijo se encontraba enojado con Mayte, y la de esta misma por la efusividad del saludo, el pequeño, ya no tan pequeño, se le abalanzo encima colgándose de su cuello. Y dejando una vez más al descubierto ese cariño que rozaba lo desmedido y que Mayte, aun sabiéndolo existe en se negaba a reconocer en voz alta, la llenó de besos.

- Mi amor - entre risas lo sostuvo contra su cuerpo dejándose contagiar de su energía y permitiendo que Manuel, como pocas veces, fuera testigo mudo de aquel afecto que se escondía tras sus miradas siempre cómplices - ¿Cómo estás?

- Enojado - contestó con rapidez y aunque su rostro se tornó serio, sus ojos no dejaron de sonreírle en ningún momento.

- ¿Y eso por qué? Si se puede saber - habría deseado seguir sosteniéndolo y recargarse de su energía, pero la mirada acusadora de Manuel advirtiendo una reprimenda para su hijo por ser tan tosco la obligó a dejarlo sobre el suelo.

- Porque te fuiste y nos abandonaste - argumentó abrazándose de su cintura inconsciente del sentimiento de culpa que provocó en aquel instante su confesión o quizá no porque tan pronto como levantó su vista y sus miradas volvieron a encontrarse, agregó con sinceridad - pero ya te perdonamos porque te queremos.

- ¿Si?

- Si, pero te extrañamos ¿ya no te irás más?

- Que bueno porque yo también te extrañé mucho - mencionó conmovida encajando el ahora sonriente rostro de Manuelito entre sus manos antes de inclinarse y depositar un par de besos en sus mejillas que lo hicieron reír.

- May ¿me prestas tu sillón? - cuestionó en un murmuro - por favorcito.

- Es todo tuyo - aseguró liberándolo de su agarre y dejando una cálida caricia en su mejilla antes de que, como de costumbre, él corriera a adueñarse de su sillón con Lucerito siguiendo sus pasos mientras gritaba su nombre.

- Lo olvidaran - aseguró Manuel reconociendo la culpa de ella, que vestida de lágrimas se asomó por sus ojos mientras observaba a sus hijos llenar de vida su casa.

- Pasa - lo invitó, ignorando su comentario y aún más la comprensión en su voz que la hizo emocionarse una vez más - no los esperaba.

- Les comenté que habías regresado con regalos y no dejaron de insistir en que querían venir.

- ¿Que había regresado?

- Bueno, tuve que decirles una pequeña mentira que justificara tu ausencia - le explicó Manuel algo apenado.

- Gracias - murmuró al tenerlo frente a ella. Con la creciente culpa y el tan reconocido temor a cada lado de su hombro, haciendo además estragos en su estómago.

- No fue nada - aseguró restándole importancia mientras repasaba el contorno de su rostro, ignorando los gritos de sus hijos - ¿sucedió algo?

- ¿Algo como qué? - interrogó observándolo a los ojos, quizá esperando que pudiera encontrar en los suyos aquel "brillo que da el embarazo" y así ahorrarse todas las explicaciones, aunque resultaba casi imposible descubrir dicho brillo en unos ojos que ni las más grandes adversidades habían logrado apagar, o quizá solo pretendiendo encontrar en los de él la valentía y el coraje que no hallaba dentro de sí misma.

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