Capítulo 17

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Con una energía diferente cubriéndole hasta el más recóndito rincón de su alma y con el ánimo totalmente renovado llegó a su casa cuando la tarde caía, había dejado a sus "sobrinos" y a sus hijos con sus madres, aunque cuando llegó a su casa sintió que aquellos cuatro niños aun la habitaban puesto que todo estaba patas arriba, así lo habían dejado la tarde anterior luego de haber estado organizando un par de cosas para la cumpleañera, sin embargo, ni eso, ni mucho menos la cocina, que realmente había quedado hecha un desastre, logró robarle la alegría que embargaba su cuerpo. Minutos más tarde subió a su habitación y luego de un largo y relajante baño estuvo listo para descansar, con una sonrisa pintada en el rostro y con la satisfacción de que tampoco el agua había logrado llevarse esa sensación de felicidad absoluta se dejó caer en la cama y de repente se descubrió riendo en medio de la soledad de su habitación contradictoriamente sintiéndose más acompañado que nunca.

Los últimos meses del año por lo general solían ser los más cansadores y movidos para cualquier persona y probablemente el doble de cansador para un artista, sobre todo si le sumamos el hecho de tener un disco próximo a ser lanzado y dos niños a los que cuidar. Ese día particularmente había llegado a su casa cuando apenas el reloj marcaba las siete de la tarde, podía considerar aquello una hazaña tomando en cuenta la cantidad de trabajo realizado aquel día, al llegar a su casa había estado a punto de lanzarse a dormir en el sofá de lo cansado que estaba, pero el timbre prontamente sonó y al abrir la puerta una Lucero, que por su cara parecía estar acusándolo, junto a los dos niños completamente arreglados le recordaron que tenían un compromiso al que asistir, aunque en realidad habría podido resistirse a ir, sin embargo por alguna razón que desconocía y que descubrió apenas unas horas después de que llegó al lugar, sintió que no debía negarse.

Sentado en una esquina de la sala, en donde pocos presentes se encontraban reunidos, esperaba con su hijo sentado sobre sus piernas a que el chófer y la niñera llegaran por él y su hermanita porque ya era un poco tarde para que el par de niños estuvieran despiertos, habrían podido dejarlos en un principio con la niñera, pero seguramente su beba, más que Manuelito, no les habría perdonado que no la llevaran a felicitar y entregarle su presente a su madrina Rosa. Mientras esperaban de igual forma el regreso de madre e hija, que habían ido al baño, él escuchaba y participaba en lo que Manuelito consideraba una "seria" conversación de padre e hijo y estaba realmente concentrado en lo que le platicaba su hijo hasta que la observó llegar, lucía radiante, enfundada en aquel conjunto negro que le dejaba ver hasta los malos pensamientos y con una radiante sonrisa que bastaba para disculparla sin necesidad de que se excusara por haber llegado tarde, como la observaba hacerlo en ese momento con Rosa, quién había cumplido años el día anterior, siendo aquel evento una excusa perfecta del destino para juntarlos como recompensa de tenerlos privados de la compañía del otro hace ya casi dos semanas. Prontamente perdió el hilo de la conversación, la que mantenía con su hijo y la que intentaba descifrar leyendo los labios de las tres mujeres que junto a Mayte habían encontrado inmediatamente tema de conversación, es que solo había sido cuestión de segundos para que dejara de leer sus labios y empezara a desear probar de ellos, sin importarle tener que probar el sabor de aquel carmín que decoraba su boca antes de poder saborear el dulce de sus labios hasta perder la noción del tiempo y el espacio.

— ¡Ma y! — el agudo grito de la niña se escuchó por encima de la música, por lo menos la que sonaba en la sala no así con la del salón, captando la atención de las cuatro mujeres reunidas a mitad de la estancia — Ma y, má — mencionó emocionada la pequeña volteando a ver a su madre como excusándose de soltarla de la mano e ir a toda prisa hacía la castaña mujer, que en cuanto notó que se dirigía hacia ella se colocó a su altura para recibirla.

— Preciosa — con un afectuoso abrazo la acogió Mayte bajó las miradas llenas de sorpresa de dos de las mujeres que la rodeaban, Rosa y Fernanda, y también de unas que no, como Lucero que había visto todo el episodio un poco más de lejos — ¿cómo estás bonita?

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