Capítulo 20

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Hoy el sol se me ha acercado a contarme el porqué de su calurosa y resplandeciente bienvenida y la luna cantando se ha acercado a confesarnos lo feliz que también la hacía tu cumpleaños. RossTM

— Hola — murmuró en medio de su sorpresa cuando Manuel en completo silencio subió al auto luego de permanecer por largos minutos en mitad de la calle siendo observado por ella mientras se debatía entre quedarse o marcharse, para suerte de Mayte y para que mentirse también de él, la primera opción ganó, por consecuente había grandes probabilidades de que ambos ganaran al finalizar la noche, aunque previamente no parecía que sería así.

— Hola — como un susurro se escuchó su respuesta en medio del nulo ruido de sus respiraciones y el temeroso latir de sus corazones. Con la esperanza pintada en los ojos se atrevió a mirarle después de unos instantes, en ocasiones se preguntaba de donde salía tanta valentía para encararla en medio de circunstancias como aquella, pero más temprano que tarde iba empezando a entender que no era más que obra de los miedos, aquellos mismo que en ocasiones se atrevía a odiar. Al final del día los miedos, como muchas otras emociones, resultaban siendo un arma de doble filo, mientras a él lo impulsaban a arriesgarse y lo blindaban contra el dolor que causa el rechazo, incluso de quien apenas se cree que se ama; a ella la paralizaban, obligándola siempre a retroceder incluso más pasos de los que avanzaba, y aunque quisiera no podía culparla de ello.

— Pensé que no vendrías... de hecho ya me iba — confesó alejando su mirada de los inquietantes ojos ajenos y para no incomodarla él de igual forma desvió la suya para centrarla en la calle, porque ella ya se había adueñado del suelo. Ante su confesión, inevitablemente se cuestionó que habría hecho en su lugar ¿se habría marchado como buen perdedor? tal cual como había estado ella a punto de hacerlo o ¿hubiese ido en busca de ella? en un acto puro de fe y algo de valentía — pero viniste — a rescatarlos como en las últimas veces.

— Lo hice — murmuró. A diferencia de ella, él casi siempre contaba con dos salidas, una que era el camino directo a la desolación y otra que se aferraba a la esperanza, pero ella en la mayoría de los casos era cegada por el miedo, como si de repente cuando se encontraba bajo presión quedara miope ante cualquier opción que pudiera darle un resultado diferente a parar, retroceder, y en algunos casos hasta desistir; ciertamente aquel no era el problema, por lo menos no lo sería mientras él se mantuviera dispuesto a avanzar... a siempre arriesgar, pero ¿Qué pasaría cuando no fuese así? ¿Qué sucedería cuando cansado de luchar se dejase paralizar por los miedos? Se atrevió a preguntarse mientras era observado por la castaña durante algunos segundos ¿podría ella retroceder para ir en busca de él si se detenía a mitad de camino? O ¿solo optaría por dejarlo atrás, continuar y tomar nuevos rumbos?

— Y me alegra que lo hayas hecho — aseveró sacándolo de sus pensamientos, sin embargo, no hizo falta que pasara mucho tiempo para verse acorralados en medio del silencio de lo inentendible — ¿nos vamos?

— Por favor — contestó mientras al igual que ella se colocaba el cinturón de seguridad antes de partir bajo el mando de ella, que realmente no tenía muy en claro hacía donde debía ir.

— Y el hecho de que vinieras — titubeó un poco antes de continuar y dando unos pequeños golpecitos al volante con sus pulgares logró obtener del todo su atención — ¿eso quiere decir que aceptas mi invitación a tomar algo?

— De hecho, no — contestó sin vacilar y rápidamente la decepción se instaló en los ojos de Mayte — no traje mi auto y aprovechando que aparentemente tus miedos por primera vez te han dejado ver que no soy tu enemigo y que ahora tienes culpas, pienso beneficiarme y usarte como mi chofer, aunque sea una hora — o pueda que fueran dos si ella continuaba el recorrido igual de lento que hasta el momento.

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