No es tan fácil ser amigo de Shi Qing Xuan 🤷 (Tian Guan CI Fu)

16. Visita inesperada (1ª parte).

El rocío nocturno aún no dejaba de empapar todo y los dos oficiales, que estaban en camino a ver al Maestro de la Lluvia, se detuvieron bajo una arboleda.

No era que no pudieran llegar directamente al santuario del Dios de la Lluvia, simplemente a He Xuan le pareció irrespetuoso irrumpir sin ser invitado.
Recordando una vieja costumbre de los extranjeros, que anuncian su intención de visita desde un día antes, acampando lo suficientemente cerca del lugar para llegar caminando en dos tiempos de incienso*, He Xuan se instaló a la entrada del territorio de el Dios de la Lluvia.

*Tomado del libro "el Zahir" de Paulo Coelho.

La fogata fue encendida y ambos compañeros miraban dentro de las llamas, cada uno pensando en sus propios deseos pasajeros.

Ming Yi le había dicho a Shi Qing Xuan que al terminar con aquello le ayudaría a llevar nuevamente a su amiga a los cielos, con ese propósito en mente el día anterior Shi Qing Xuan había dejado las oficinas de Ling Wen para indagar donde podría estar ahora la jovencita. Ahora su corazón palpitaba de emoción al imaginar que podría pagar la amabilidad de su amiga al llevarla consigo como una Oficial menor.

Los dos levantaron la vista al tiempo que sus miradas fueron retenidas por el otro, mantuvieron esa charla íntima por un breve momento antes de que alguno desviará la mirada.

Shi Qing Xuan se sorprendió, dicen que los ojos son el espejo del alma, entonces ¿Por qué esos profundos ojos negros no reflejaban nada más que dolor y tristeza?, ¿Que había en esa alma que fuera tan terrible para que se vertiera a través de esos ojos? Y sobre todo ¿Que podía hacer Shi Qing Xuan para anular ese veneno?. No lo sabía, pero eso no era un obstáculo para él.

Desvío su mirada y de manera sutil cambio su cómoda roca por el frío y liso suelo al lado de su amigo, se recargo en sus piernas como un niño mimado y esperó un rato en esa posición pensando en una solución.

He Xuan lo miro de soslayo, preguntándose que trato se estaba llevando acabó dentro de aquella cabecita, acarició el largo cabello del Dios, repasando las facciones de ese rostro infantil.

Shi Qing Xuan se desperezó y en un rápido movimiento sacó su abanico del cinturón del contrario. He Xuan lo miro con reproche, apuntó estaba de quitarle de nuevo el instrumento cuando el Dios desplegó el abanico y soplo una vez. Un puñado de hojas fueron arrastradas de izquierda a derecha, soplo dos veces y las hojas dieron una vuelta en el aire antes de caer de nuevo a la izquierda.

He Xuan sonrió, se sintió medianamente impresionado por las habilidades circenses del Dios.

Shi Qing Xuan levantó las comisuras de sus labios tras haberle despertado esa sonrisa en su amigo y abanico una suerte de extraños movimientos, las hojas danzarón sobre sí mismas, se balancearón, formaron un espiral, subieron dos metros en el aire y cayeron como lluvia sobre ellos.

- ¡No está nada mal! Muéstrame ¿Qué más sabes hacer? - pidió He Xuan.

El Maestro del Viento se levantó. Con un par de movimientos formó una corriente limpia de aire. Con gran eficacia levantó la roca donde unos minutos antes había estado sentado él mismo. La movió de un lado a otro y la hizo pasar por sobre la rama de un árbol para dejarla caer delicadamente en su lugar. La roca ni siquiera hizo sonido a ser colocada sobre el suelo. Shi Qing Xuan salto y la corriente de aire lo tomo con la misma delicadeza y lo llevó justo sobre la roca, se paró en ella e hizo una reverencia.

He Xuan aplaudió haciendo que el corazón de su amigo palpitara lleno de emoción.

Shi Qing Xuan se llenó de emoción, y sin pensarlo detenidamente, con su instrumento espiritual soplo un poco de aire a las llamas que en respuestas dejaron salir su chispeante brillo, le guiñó el ojo a su amigo y habiendo dejado lo mejor para el final, realizó un movimiento de elevación con su abanillo(1), el aire formó una espiral de fuego que llegó hasta el cielo.
La serpenteante forma se tambaleaba al ritmo que el aire a su alrededor le ordenaba. Aquel torbellino de fuego era doblemente increíble.