CAPÍTULO 19

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Esperé frente a la puerta del aula de los chicos a que saliera la profesora de música. Llevaba en la mano el libro de Borja y en la mente una sospecha que había empezado a formarse en mí sin que pudiera evitarlo. Yo había encontrado el libro de matemáticas sin demasiado esfuerzo y sin revolver nada. ¿Y si todo había sido una estratagema de Borja para estar a solas en el cuarto y poder esconder la navaja? ¿Y si se puso nervioso, buscando dónde esconderla y por eso lo desordenó todo? ¿Y si al oírme llegar no le quedó de otra que esconder el objeto entre la cama de Bosco, que era la que tenía cerca? Por alguna razón, esa extraña hipótesis, de la que no tenía ninguna prueba, me resultaba más creíble que pensar que la navaja pertenecía a Bosco. Me sentí mal por desconfiar de Borja, pero lo cierto era que, entre ellos dos, era el que me parecía menos de fiar... y según Damián era un mentiroso compulsivo, aunque no sabía si lo había dicho en serio o solo porque en ese momento estaban picados el uno con el otro.

De todas formas, no podía simplemente acusarle. El arma había aparecido en la cama de Bosco, así que era a él a quien tenía que preguntar. Cuando sonó el timbre entré a darle el libro a Borja, y Damián y los demás me saludaron, sorprendidos de verme allí. Benjamín me dedicó una sonrisa, y yo se la devolví.

- Hola, chicos. Solo he venido a darle esto a Borja y a hablar con Bosco. ¿Vienes un momento conmigo al pasillo?

El niño me miró con cierta confusión, pero asintió y me siguió fuera de clase. Estaba nervioso, pero eso no significaba necesariamente que fuera culpable: visto el ambiente que reinaba en aquel colegio, que se pusieran nerviosos cuando un profesor les llamaba para hablar a solas me parecía normal.

- ¿Ha pasado algo en mi casa? – fue lo primero que me preguntó. El hecho de que lo preguntara tan ansiosamente, como si estuviera esperando malas noticias, hizo que me olvidara por un segundo de la navaja.

- ¿Algo como qué? ¿Qué habría de haber pasado?

Los ojos de Bosco se entristecieron un segundo, pero luego pareció relajado, porque entendió que mi pregunta significaba que no había pasado nada.

- Mi madre está enferma. Por eso me trajeron aquí. Está luchando contra un cáncer y mi padre la tiene que cuidar y seguir trabajando para pagar las medicinas. No podía ocuparse también de mí y me pidió que hiciera la prueba para ver si me admitían en este colegio. El examen fue muy fácil. – añadió, con una media sonrisa. Ese niño hacía lo único que podía por su madre: ser fuerte.

Aquello sirvió para recordarme que aún me faltaba mucho por saber de los chicos a los que tenía que cuidar. Me alegré de que Bosco compartiera esa información conmigo: como su guardián, quería estar al tanto de su vida para poder conocerle y ayudarle. Me senté con él en un banco del pasillo, sabedor de que aquella conversación era más importante que la que había planeado tener con él.

- No sabía nada, Bosco, lo siento... ¿Hablas con ella a menudo?

- Solo nos dejan llamar los fines de semana, pero sí.

- La llamarás todos los días. Desde mi teléfono si hace falta – afirmé, tajante. Ese niño no podía perder el contacto con los suyos en un momento así. – Creo recordar que te quedas aquí los fines de semana, ¿no? ¿Por qué... no vuelves a casa?

- Mi casa está muy lejos y sé que mi madre no quiere que la vea mientras está así... Mi padre me dijo que podía volver, pero yo sabía que no era lo mejor... Solo en el viaje gastaría mucho dinero y lo necesitamos para las medicinas. Mi padre dice que el dinero no es problema, pero yo le escuché hablar con su abogado. Creo que su empresa está al borde de la quiebra. Aunque yo no entiendo mucho de eso, sé que no es bueno...

El ángel entre las rejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora