CAPÍTULO 23

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Aunque fuera extraño y tal vez reprochable, me sentía aliviado ante la idea de que pudiera haber un cleptómano entre los chicos. Eso quería decir que actuaba por impulso, por una enfermedad, y no por ganas de hacer daño o por el deseo de tener algo que no era suyo. Para mí había una gran diferencia y me ayudó a controlar la rabia por haber perdido la foto de mis hijos.

Claro que aun no estaba seguro de que la teoría de Borja fuera cierta. Podía ser el propio Borja el que estaba robando cosas y decía eso para despistar. Luego recordé que su libro había sido de los primeros objetos en desaparecer y me reproché ese sentimiento de paranoia que comenzaba a embargarme. No podía estar así. No podía pensar mal de ellos, o difícilmente podría cumplir mi tarea de ser su guardián.

Encerrado en mis pensamientos y debates interiores, no me di cuenta de que Damián me había hecho una pregunta. Me dio un toquecito en el brazo para llamar mi atención.

- ¡Víctor!

- Perdona, ¿qué decías?

- Que... tengo que ir al baño – me recordó, mordiéndose el labio.

- Ve, Damián... Id todos, si tenéis ganas. Y después sois libres de hacer lo que queráis. Ya he revisado el cuarto de arriba abajo y no hay nada. Confío en que el culpable haga lo correcto y devuelva las cosas.

Poco a poco, fueron saliendo en desbandada. Algunos, hacia el baño. Otros al jardín. Benjamín me dijo si podía ir con su hermano.

- Claro, no tienes que pedirme permiso para eso.

- Sí tengo, no puedo ir al cuarto de los mayores si tú no me dejas – me explicó. No recordaba haber leído nada de eso en el reglamento. Tal vez era una norma específica del cuarto de los mayores, pero luego recordé que seguían sin guardián. Lo tomé por una manía más de las muchas estúpidas que había en aquel internado.

- ¿Incluso teniendo un hermano ahí? Pues vaya. Haz de cuenta que siempre te dejo, ¿vale? Cuando quieras ir a verle, vas. Y él puede venir aquí cuando quiera.

- Vale – sonrió y correteó hacia la puerta.

Cuando él se fue, el cuarto se quedó vacío. Durante unos segundos me quedé allí, reflexionando en silencio, pero luego pensé que si quería dar la oportunidad de que el "ladrón" devolviera los objetos robados, tenía que abandonar la habitación yo también, para darle su espacio. De todas formas, me vendría bien salir y familiarizarme con todo el internado. A fin de cuentas, iba a ser mi casa por un tiempo.

Decidí ir al jardín y, a diferencia de la primera vez que lo visité, en ese momento estaba lleno de chicos de todas las edades, jugando al fútbol, corriendo, o simplemente tirados en la hierba. Sonreí, al escuchar el rumor de sus voces y de sus risas. La juventud es una etapa especial, que contagia vida a quienes la observan con buenos ojos.

Entre los que jugaban al fútbol vi a alguno de mis chicos. Les observé desde lejos, intentando que no notaran mucho mi presencia, para no coartarles. Al poco rato divisé a Lucas, tumbado a la sombra de un árbol, leyendo un libro. Fui hasta él, reparando en que cerca había otros chicos de su curso, pero él debía preferir la soledad.

- Hola. Benja te estaba buscando, creía que estabas en tu cuarto.

- Hace un buen día y me apetecía estar fuera. Ahora le busco – me respondió, incorporándose un poco para hablar conmigo.

- ¿Qué estás leyendo? – curioseé.

- Un libro para clase. Espero que tú no nos mandes lecturas también, porque no me da la vida – se quejó.

El ángel entre las rejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora