Al terminar la comida, los alumnos de primero me esperaron tal como les había pedido. Estaban de pie junto a la puerta, cuchicheando y algo nerviosos. A medida que me fui acercando a ellos, fueron haciendo silencio.
- Hola, chicos. Gracias por esperar. Solo quería hablar con vosotros, para presentarnos mejor y saber vuestros nombres. A Damián ya le conozco. Javier y Benja, recién lo hago. ¿Y los demás?
Uno a uno fueron diciéndome su nombre. Miré a aquellos veinte chicos con cierta sensación de vértigo: estaba a cargo de todos ellos. Si se encontraban mal, si tenían algún problema, era a mí a quien debían acudir. Yo tenía que encargarme de que se portaran bien, de que estuvieran sanos y de que fueran felices. En definitiva, debía de ser para ellos la familia que no tenían allí dentro: para mí ese era todo el propósito de los guardianes en aquél lugar. Había tenido pocas posibilidades de ejercer como padre y a mis cuarenta y dos años no me sentía capaz de ser el "padre sustituto" de tantos niños. Sentía que debía ejercer ese papel especialmente con los que se quedaban allí también los fines de semana: Damián, Benjamín, Borja, Gabriel, Wilson, José Antonio, Óliver, Bosco, y Votja.
Eran niños de varias nacionalidades y de todas las clases sociales. La mayoría eran ricos. No es que fuera un colegio elitista al que solo pudieran acceder personas con dinero, sino que generalmente eran las familias con una vida profesional exitosa las que tenían que viajar constantemente y las que decidían dejar a sus hijos en un internado durante el curso escolar, para no trasladarles constantemente. Pero el colegio era prácticamente gratuito, porque a él se accedía por métodos académicos o deportivos, como las grandes universidades. Por eso mismo también había algunos niños de los que se podía decir a simple vista que eran pobres. Por el estado del uniforme y los zapatos de Benjamín, podía apostar que o sus padres no se preocupaban por él, o apenas tenían un centavo.
- Muy bien chicos, no os entretengo más, que tenéis clase por la tarde, pero luego quiero hablar con vosotros sobre algunas normas y cosas que creo que es necesario que todos tengamos en cuenta. ¿Alguno tiene actividades extraescolares? ¿Sí? De acuerdo, entonces os espero en cuanto acaben. A las seis en el dormitorio ¿está bien? Sin falta.
- Sí, señor. – dijeron algunos.
- Sí, Víctor. – dijeron Damián, y unos pocos más.
- Víctor está bien. ¿Qué clases tenéis esta tarde? – les pregunté. Esa era una de las cosas que iba a hablar con ellos: quería conocer su horario y las actividades de todos.
- Lengua y educación física.
No recordaba quién era le profesor de lengua pero el de educación física era Enrique. Tenía planeado preguntarles en algún momento sobre sus clases y profesores favoritos. Me despedí de ellos y les dejé ir al aula, mientras yo me dediqué a recorrer los terrenos del colegio. No empezaría a impartir clase hasta el día siguiente, así que tenía ese tiempo muerto que no sabía cómo matar. Una persona más sociable habría ido a la sala de profesores para confraternizar con los compañeros de trabajo, pero a decir verdad yo prefería estar solo un rato, pensando en mi nueva situación.
El internado era tal y como me lo había imaginado, aunque quizás algo más frío incluso. Yo había crecido en un lugar como aquél, y por eso sabía lo solitario que podía llegar a ser. Era importante crear cierto sentido de unión con los compañeros y con los profesores, o sino aquello podía llegar a parecerse demasiado a una cárcel para niños. Claro que los profesores éramos los enemigos, así que poca unión iba a haber en ese sentido...
El jardín del internado era bastante bonito. Se notaba que alguien se ocupaba de cuidarlo. Bajo un árbol había un banco de piedra, y decidí sentarme allí unos momentos. No estaba exactamente escondido, pero me daba la sombra y quizás eso hizo que un chiquillo que salía furtivamente del internado no reparara en mi presencia. Me quedé quieto, observando a ver qué hacía, y le vi rodear el edificio. Me dispuse a seguirle desde la distancia y vi que se detenía frente a unos rosales, agachándose y estirando la mano como si quisiera tocar algo. En cuanto me acerqué más, confirmé lo que ya sabía: era Benjamín.
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El ángel entre las rejas
Ficção GeralVíctor no ha tenido mucha suerte en la vida. Tras aceptar que su familia está rota, tiene una segunda oportunidad en el lugar menos pensado: un internado lleno de normas y falto de cariño. Esta historia está ambientada en una realidad paralela o en...