Día 1: Dicotomía.

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Relegado a ser quien persigue la imponente presencia del jefe, destinado a ser la nube que adorna el inmenso cielo que los cubre, fiel a su función sigilosa de ser quien protege todo lo que los demás no pueden proteger. Silenciosa presencia que acuna en brazos al cuerpo que decae ante tanta barbarie y manipulación. El único testigo de las dos presencias que conforman un mismo ser.

Porque aquel cielo brillante que conoció y vio expandirse sobre aquella maraña de suciedad, tuvo que convertirse en símbolo de benevolencia y crueldad.

Porque Tsunayoshi era el bien y el mal.


—No más negocios con seres humanos —dictaba con voz firme, los demás agachaban la cabeza—. No más juegos con la inocencia de alguien más.

—¿Y qué harás para lograr eso? —risas de aquellos estúpidos que creían solamente en la máscara de dulzura que mostraba Tsuna, o que solo veían uno de los lados de aquella moneda de oro.

—Acabar con el mal de raíz —era hermoso, pero a la vez letal—. Y empezaré contigo, tu hermano, tu esposa, y tus subordinados —las armas se levantaron.

—¿Qué demonios haces, Vongola?

—Limpio lo que tú ensuciaste, para darle a mi gente la paz que desea.


Era el bien y el mal en un solo cuerpo. Y le gustaba. Tanto era así que cada que presenciaba aquel acto de crueldad en pro de amabilidad hacia otras personas, sonreía. Adoraba la dicotomía que formaba su cielo. Amaba cada mandato cruel en el que podía participar, y amaba también la dulzura que podía exteriorizar hacia sus allegados. Amaba todo lo que en esencia era Tsunayoshi. Suyo y de nadie más.

Aplicaba toda la justicia con rapidez, lideraba sus fuerzas con temple de hierro, ignoraba la sangre que manchaba sus manos y la de sus compañeros, disfrutaba del dolor ajeno. Y después se entregaba a los brazos que lo recibían en la mansión, restregaba su mejilla con la de aquel castaño, dejaba que sus cabellos fueran acariciados y desordenados por esas manos que ya habían arrebatado innumerables vidas, y suspiraba sobre aquellos labios gloriosos.


—Bienvenido a casa, Kyoya.


Memorizaba la suave risita de su cielo, olfateaba ese cuello en el que depositaba un beso, deslizaba sus manos por aquella cintura, se aferraba a ese cuerpo pequeño que representaba algo demasiado grande. Sentía que podía tener a toda Vongola entre sus brazos si sólo envolvía a ese chico con su cuerpo. Era su jodido paraíso después de cada infierno que desencadenaba. Era su refugio eterno y su fuente de deseos.


—¿Qué te sucede hoy, Kyoya? —reía entre dientes mientras sentía besos mariposa en su cuello, su quijada y mejillas.

—Nada —murmuraba antes de apoderarse de esos labios.

—Está bien —cerraba sus ojos antes de responder a aquel beso cariñoso—. Me gusta esto.

—A mí me gustaría más si cerraran la puerta —fue la protesta del infante en crecimiento de nombre Reborn—. Iugh, su dulzura me da náuseas.

—Bienvenido, Reborn —saludó Tsuna sin poder liberarse de aquellos brazos.

—Conste que aún no me agrada su relación —cerró la puerta con fuerza.

—¿Celos? —murmuró Tsuna intentando darles nombre a las reacciones de su antiguo tutor.

—No me importa —Kyoya solo siguió atacando aquel cuello y esos labios porque de esa forma se sentía feliz.



Notas finales:

Empiezo tarde, lo sé, pero en realidad ya me había rendido porque estaba enfrascada a la R27Week de este año. Aun así, PUM, Krat fue motivada por sus amigos virtuales en Facebook y aquí está, cediéndoles esto.

Espero les haya gustado~

Trataré de igualarme en esto~

Fingiremos demencia y seguiremos con el reto~


PD: Algún día editaré la portada, porque yolo, esto fue de improvisto.

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora