-Arisa, ¿Qué haces?
En ese momento me dí cuenta de lo que había hecho. Dibujaba. Pero dibujaba a dos chicas juntas.
Me sorprendí y lancé la hoja al suelo, junto a la pluma, para luego cubrir mi boca con mis manos por la impresión. Mis ojos no podían estar más abiertos.
-¿¡Q-Qué!? ¡Madre, yo no quería...!
Fuí interrumpida por una bofetada de mi propia madre. En ese momento, todo en mí se derrumbó.
Nada iba a cambiar los gritos furiosos que mi progenitora me había dado.
Desde ese golpe, lo único que recuerdo son gritos y lágrimas.