Mientras comía, no podía dejar de mirarla.
Sus ojos me atrapaban, sus movimientos me cautivaban.
Me sentía impura.
Pero, por otro lado...
Yo toda mi vida había sido buena. Rezaba, era generosa, amorosa y siempre obedecía a la palabra de Dios. Pero igualmente fuí castigada por... Sentir.
Tal vez, el Diablo ya se adueñó de mí.
Y, tal vez, sea tiempo de aceptarlo.