Desperté al mismo tiempo que Lyra. Afuera se escuchaban ladridos de un perro. Nos encontrábamos en el segundo piso, así que nos asomamos a la ventana y vimos un perro adulto.
Lo reconocí al instante. Era mi perro.
Bajamos y abrimos la puerta, dejándolo entrar.
-Es mi perro, Leopoldo. -Le expliqué a Lyra mientras lo acariciaba.
-Oh. -Lo miró riendo y lo acarició despacio. - Oye, hoy tenemos que ir a recolectar especias, es día de sopa. -Habló después de un rato.
Sonreí aún más, amaba la sopa de Lyra.
Parecía mentira que en apenas tres meses me hubiese encariñado tanto con ella, y también parecía mentira que no extrañase a mi familia ni mi casa.
Ahora que lo pienso, siento que solía estar...
... reprimida.
Al rato, salimos al bosque con una canasta cada una. Leopoldo nos siguió.
Después de 40 minutos recogiendo especias, hablando y riendo, volvimos a casa.
Pero antes de llegar, escuchamos gritos.