Afuera me tiraban cosas. Me gritaban "pecadora".
Yo era el Diablo. Me había convertido en bruja (según sus rumores).
-Aght, no entiendo como puedes pensar tantas atrocidades.- Me estaba absteniéndo de golpear su cara de tonta.
-Es lo que siento.- Cuándo me miró mal, noté lo que le había dicho. -¡No! ¡N-No siento eso! ¡S-Solo lo hice sin pensar! ¡Y-Yo...!
-Le diré a todos... Ya eres propiedad de Satanás. No puedes seguir asistiendo a la casa de Dios.
-¡NO! -Le tomé el brazo desesperadamente y, sin darme cuenta, le estaba clavando mis uñas.
-¡Estás lastimándome! -La solté impresionada, como cuando mi madre vió mi dibujo.- ¡Bruja!
-¡No soy una bruja! -Grité enfurecida, desesperada y asustada.
-¡Si lo eres, bruja! -Salió dando un portazo, y yo me derrumbé ahí mismo.