Capitulo 12: La perdida de la inocencia

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Si algo aprendido desde que mi  llegada a la primera casa de acogida que me recibió, es que el mundo era un lugar lleno de personas crueles y egoístas.

Si, tal vez hubiera bondad y buenas intenciones en algunos, pero era una desgracia que ellos no abundaran.

Cuando llegue al lugar donde según yo pasaría los siguientes tres años lo hice con resignación, ignorante a todos los acontecimientos que ocurrirían en un futuro y que me harían sacar una faceta de mi nunca antes conocida.

No había pasado ni una semana de mi llegada, antes de que las adolescentes que vivían conmigo me exigieran que les entregara mis pertenencias argumentando que en esa casa todo era de todos. Obviamente me negué y me metí en una pelea para defender lo que era mío.

Cuando trate de explicárselo a la encargada de nosotros no le importo y nos castigo a todos por igual.

Un mes después fui atacada nuevamente por las mismas chicas, esta vez perdiendo algunas de mis prendas en sus garras. En venganza entre a sus cuartos y las destroce con tijeras dejándolas inservibles. Lo que era mío era mío, y no dejaría que nadie más lo tuviera en su poder.

Por supuesto que esto solo me trajo otro castigo, y más problemas.

Las chicas desarrollaron un sentimiento de odio hacía mi persona y siempre buscaban meterme en problemas. A parte de las palizas que me daban, pero nadie podía culparme, nunca en mi vida había sido forzada a protegerme de un ataque físico antes, así que no era sorpresa lo mala luchadora que era.

Tres meses llenos de peleas, ojos morados, cosas rotas o robadas, gritos, castigos, y muchas otras cosas la encargada me transfirió a otra casa.

Ahí fue mucho peor, pues a diferencia de la otra casa, está estaba habitada mayormente por hombres, un lugar cerrado, que no permitía que salieramos con libertad lleno de adolescentes con las hormonas alteradas y muy pocas mujeres no era algo bonito ni seguro para mi.

Prefería mil veces los asaltos de mis antiguas compañeras ante las miradas lascivas y de deseo de los chicos ahí.

Trate de ser muy cuidadosa, pero no fue hasta un mes después de mi llegada cuando uno de ellos se atrevió a entrar a mi habitación de noche y trato de meterse en mi cama.

En mi pelea por librarme de él me gane un ojo morado, y un labio partido, pero por algún milagro mis gritos despertaron a las personas que dormían cerca y me ayudaron a librarme del intruso.

El chico que era apenas un año mayor que yo, pero tenía una fuerza asombrosa y una determinación enfermiza, juró que yo iba a ser suya o que me asesinaría en el intento.

Llena de miedo por mi vida le suplique al encargado que me volviera a transferir, lo cual acepto despues de darle casi la mitad del dinero que había traído conmigo de mi casa.

En la tercera casa de acogida yo me había convertido en una persona que vivía a la defensiva, desconfiando hasta de mi propia sombra, reaccionaba mal cuando alguien se trataba de acercar a mi, y pasaba largas horas en la soledad de mi cuarto.

Fue un chico de mi edad llamado Nikolai que a pesar de mis desplantes y de mis gritos de amenaza no se rindió y siguió insistiendo por mi compañía hasta que poco a poco lo fui considerando mi amigo.

Nikolai me enseñó a escabullirme por las noches, ambos íbamos por las calles frías de Rusia, y hacíamos todo tipo de actividades ilegales, bueno, él las hacía, yo solo lo acompañaba.

Me introdujo a su círculo de amigos, que consistían en cinco hombres y una mujer. Al principio era hosca y grosera con ellos por el simple hecho de que se movieran en ambientes turbios. Como la compra/venta de droga, o las peleas y carreras ilegales.

Te Reto a ConocermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora